domingo, 30 de agosto de 2009

¿Gibraltar está en la Comunitat Valenciana?


Nunca ha sido mi fuerte, pero como dicen que a la fuerza ahorcan, un servidor pensaba que sabía algo de geografía. Gibraltar, pensaba yo, es un peñón que por nosequé acuerdo de hace siglos, pertenece a los británicos a pesar de estar en la Peníncula Ibérica. Un suelo en el que debería derrocharse el humor gaditano mantiene la tediosamente correcta costumbre de tomar el té a las cinco en punto.
O bien eso es mentira o los insaciables guiris han dejado de conformarse con el Peñón para colonizar la frenja mediterránea. Si os vais a la provincia de Alicante, cientos de británicos se han asentado en poblaciones como Xàbia, Dénia y Alfàs del Pi. En ese municipio, es necesario hablar inglés para entender cualquier carta de un restaurante o a todos los camareros de las cafeterías.
Este paraíso trilingüe ha sido el escenario de una bonita escapada romántica, que si lo preferís puede ser con amigos o en familia. Incomodidades idiomáticas aparte, la costa alicantina, con sus calas y acantilados que cortan con el mar y con aguas cálidas y transparentes, es un lugar ideal para pasar unas vacaciones.
Sin ánimo de escribir una novela abreviada de Corín Tellado, os diré que en los últimos días de agosto, Alfàs del Pi y sus alrededores han sido para mi un bálsamo sanador. Llegué cansado de conducir, con ganas de olvidarme de pisos y salones, y desde hacía unas horas, con una mala hostia y un estado de crispación preocupante. Ahora no tengo ganas de empezar un nuevo curso, pero desde luego la inflamación y el hastío han disminuido de forma considerable.
Cualquiera de los hoteles de la zona seguro que serán recomendables, pero yo me voy a quedar con uno. El Sun Palace Albir, con cuatro estrellas, 80 euros la habitación doble y spa por 10 euros para hospedados, puede ser una de las mejores opciones. El buffet del desayuno es variado y algo más que aceptable, y los mojitos y los kaipiriñas a unos asumibles seis euros, más que excelentes.
Una piscina enorme, gimnasio y cafetería son una trama. No caigáis. A cinco minutos en coche hay una playa de piedras y agua limpia. Buena opción pero no la mejor. A pocos kilómetros por la N-332 está Altea, la de las calas desiertas pero idílicas. Aletas y gafas son imprescindibles para este modo de disfrutar el mar.
La localidad también guarda en sus entrañas un lugar más que recomendable para cenar por poquito dinero. La Taberna Roja ofrece a buenos precios tablas de entremeses y quesos, patés, tostas, refrescos y vinos de batalla.
Es mi viaje, lo lamento por las decenas de lugares que obvie. Lo digo porque el casco antiguo de Altea es sencillamente precioso, un lugar por el que pasear en las noches de verano con el único inconveniente de sus cuestas rompepiernas.
Si no os gusta Altea, tenéis los complejos de ocio como Terra Mítica y Aqualandia, las playas de arena o la fiesta desenfrenada. También por la carretera nacional, Benidorm está a sólo 10 kilómetros de Alfàs del Pi. Y si tampoco os convence, pues siempre quedará la opción de consultar en el Tourist Info de la playa del Albir.
Para el final he dejado la joya de la corona. Una hora de coche hacia el sur hasta llegar a una ciudad con nombre de santa. De allí, por 14 euros, te llevan al cielo. Tabarca es la felicidad encarnada en costa, salvo por los desorbitados precios de los menús que no siempre están correspondidos con la amabilidad de los camareros.
Antes de llegar a la isla, el propio ferry ya ofrece una vista del fondo marino, un simple preludio de lo que se puede observar buceando a pocos metros de la orilla de Tabarca.
La única isla habitada de la Comunitat tiene un puerto deportivo, aguas cristalinas y alberga cientos de peces de incontables especies. No es extraño que Tabarca esté considerada como una reserva natural. Aquel pedazo de tierra de dos kilómetros por 400 metros me regaló uno de los días más felices del año, a pesar de un maldito tropezón.
Después del susto y con unas gotas de Betadine y aceite de Chiapas para remediarlo, tú y yo seguimos disfrutando de nuestros días de asueto.
Ni Tabarca, ni la Taberna Roja, ni el Albir Sun Palace, ni los pececillos de colores... sin ánimo de convertir esto en un final de Corín Tellado, todo ello son los personajes secundarios. Tu compañía, esa sonrisa contagiosa Made in Maggie y ese cariño que destilas por los cuatro costados. Gracias a ti, el Gibraltar alicantino se ha convertido para mi en lo más parecido al Edén terrenal.

jueves, 20 de agosto de 2009

Lo que no vieron ni Gaudí ni Zafón


Barcelona, modernista y cosmopolita. Que si la Sagrada Familia, que si el Tibidabo, el glamour de la Diagonal o los caserones antiguos. Todo muy bonito, pero será en otra ocasión. La ciudad condal también ofrece cerveza fresquita, calles en cargantes obras y tardes de fútbol.
Es una de las ciudades para volver una y mil veces. Recorrer Barcelona recreándose en la obra de Gaudí. Disfrutar de una noche en el Liceo. Visitar los escenarios del brillante pero repetitivo Carlos Ruiz Zafón. Ir de compras. Vibrar con un concierto del Bosh o los Rolling...
Esta gran urbe, de forma permanente u ocasional, nos ofrece todo esto y mucho más. Pero hoy os propondré otro plan, menos bohemio y culturetas, pero con el que os lo vais a pasar de lujo. El único requisito es tener sangre de azul y grana o pocos prejuicios.
Llegáis a Barcelona por la mañana, rozando el mediodía. A poder ser, evitar el tedioso y maratoniano autobús. Un coche con cuatro amigos sale más barato, el tren incrementa la comodidad y el precio, el avión es rápido pero no apto para cualquier bolsillo.
Una vez piséis el pavimento de Barcelona, hay que atravesarlo, dirigirse al subsuelo. Creo que es imprescindible viajar en el metro si se quiere conocer la idiosincrasia de la ciudad. Sus habitantes se desplazan por las entrañas de la gran urbe a bordo de un ferrocarril de precio asequible y servicio rápido y minucioso.
Salimos del metro al principio de las Ramblas. Tengo sed, por lo que la primera parada obligatoria es la fuente de Canaletas. Lugar de reunión de los aficionados del Barça, una inscripción alerta de que quien beba de este acuífero, quedará prendado de la ciudad. No con esas palabras, pero más o menos.
En el paseo hacia Colón nos encontramos con gente de muchas nacionalidades, varios Dunkin (¿Para cuando esos deliciosos donuts en mi amada Valencia?, el Liceo, actores que se disfrazan de estatua para ganarse la vida y decenas de tiendas con souvenirs y animales. Llevo la mano cerca de la billetera, el móvil y la cámara de fotos, pues no se si el que choca conmigo es un turista despistado o un carterista espabilado.
Giramos por un callejón cuando los pies empiezan a arderme. Llegamos a La Fonda, una especie de bar de polígono maqueado para convertirse, en relación calidad-precio, en la mejor oferta para comer cerca de la Rambas. Hay cola y un anuncio de menú por 8,95 euros. Tiene buena pinta.
Tras 20 minutos de espera, un hombre encorbatado nos invita a entrar y una legión de camareros asiáticos nos atiende sin amabilidad pero con eficacia. Los espaguetis a la carbonara están de muerte y Paquito dice que el crep de marisco, también. La salsa a las finas hierbas maquilla una carne sabrosa pero dura y Borja no se queja del rape. Un vino digno para salir del paso, una crema catalana casera y un cafelito de 6 terminan de perfilar La Fonda como un lugar recomendable.
Salimos, no sé si rodando o andando. Como bolas de billar caemos de nuevo en el agujero. La estación de Liceo y dos trasbordoas nos llevan a los aledaños del santuario, tomado por un hormiguero de azul y grana. Vamos a la botiga. Error: deberíamos haber acudido por la mañana. No quedan camisetas M, así que me contento con el segundo equipaje, que bien podría llevar en el coche como chaleco reflectante. La prenda, estampación con el 8 y mi nombre (Mosh), más la publicidad de TV3. Todo ello por una pasta infame, pero nos vamos la mar de contentos.
El calor y los muchos metros de caminata nos empujan hacia la Diagonal en busca de un bar donde tomar un refrigerio. Ya ataviados con nuestras camisetas, Paquito y yo sucumbimos a los encantos de la rubia más fresquita de Barcelona. Unas cervezas después, los tres amigotes juramos repetir experiencia en San Mamés y Liverpool. Yo prometo para mis adentros que con alguna cerveza menos entre pecho y espalda.
Son las 21. Entramos en el Camp Nou. No tengo palabras para definir el santuario culé. Se puede no ser del Barça ni futbolero y flipar. Como dicen del sexo tántrico, ver un partido en el coliseo azulgrana es una experiencia para vivir.
Mi única decepción, que Ibra no marcase. Por lo demás, mi primer partido en el Camp Noy se convirtió en un viaje perfecto. Vi fútbol pese a que el City se llevase el Gamper con un lamentable catenaccio y saboreé el aroma multicultural de las Ramblas. Buena compañía y ganas de pasarlo bien hicieron el resto. Sé que no es el mejor viaje ni el recorrido cultural más completo. Sin embargo, es un completo y lúdico día en la Barcelona que no retrataron ni el maestro Gaudí ni el novelista Carlos Ruiz Zafón. PD: ambos admirados por este humilde blogero.

martes, 18 de agosto de 2009

Abierto por vacaciones

Esto es un aviso: mi intención en estas semanas es la de escribir más, que no quiere decir que al final produzca 100 virtuales páginas blogeras. Sí, estoy de vacaciones, ese tiempo en el que todos decimos que hacemos lo que nos sale de bendita sea la parte. Entre cafés retrasados, comidas familiares, trámites que estaban en el cajón y otros imprevistos, suerte si terminas dedicando el 30% del tiempo a lo que realmente habías planeado.
Sí, estoy de vacaciones, la segunda parte de mis días de asueto. Lo necesitaba después de un mes de trabajo intensivo. Primero porque mis amigos y compañeros de sección estaban de vacaciones. Los últimos días he trabajado en calidad de cedido con mi tío en la sección del periódico que amo y temo a partes iguales.
Cuando llegó la madrugada del 17 estaba totalmente destrozado, necesitado de estas dos semanas. El primero en la frente: ese mismo día, atracón de coche para que mi matasanos me dijera lo que me viene repitiendo los últimos tres años. Y yo que me resisto a adoptar la linterna de un fallecido. Suerte que que hubo buena compañía en esos 700 kilómetros y tangazo gastronómico hasta Barcelona.
Y por si el atracón de condes y catalanes no fuese suficiente, mañana me vuelvo a ir para allá. No sin antes pasar un día con mi amor, una jornada placentera pero en la que voy a acabar exhausto con vistas a septiembre de 2010.
Pero mañana veré arte vestido de azul y grana. Seré testigo del debut de Ibra (cadabra, como dice un amigo madridista), de las filigranas de Leo y del fútbol maravila de los productos de la Masía.
Vacaciones, mi 30%... el cupo de ese tiempo en el que haces lo que te da la santa gana. Iré con la peña de Llíria, en compañía de un amigo y ¿futuro? familiar. El destino: el santuario del fútbol, como lo ha definido otra amiga, esta vez de maratonianas jornadas periodísticas.
Espero contaros cosas el jueves. Hoy sólo quería reflexionar sobre las vacaciones, la máxima expresión de la libertad humana. El sentido de la vida. Porque a mi existencia, la tuya, la de cualquiera, si le quitas esos pequeños momentos, es insulsa, aburrida y hasta lastimera.
Como la comida sin sal. Suerte que la podemos sazonar con una cerveza fresquita en compañía de amigos o de un colega de papel y letras. Afortunadamente existe el celuloide, el poker, el café, los viajes, las noches de pasión y desenfreno, los chistes, el fútbol, las carreras, los museos, la playa, los paseos con las manos entrelazadas...
Por fortuna existes tú: mi admiradora número uno y el resto de la gente que haya llegado hasta aquí. Porque me gusta la soledad, pero también vuestra compañía. Porque iría sólo al Camp Nou, a ver una peli o a tomar un café... pero prefiero saber que estas miradas al Mandor y esos ratos que sazonan mi vida puedo no experimentarlos en la soledad.
Estoy de vacaciones y no estoy solo. Hoy tú me lo has demostrado de una u otra manera. Aunque sólo sea leyendo estas líneas. Por eso, aunque en septiembre vuelva a disfrutar de esa sal llamada ocio en cuentagotas, puedo decir bien alto: ¡Cómo me mola la vida!

martes, 11 de agosto de 2009

Tentaciones veraniegas

"Me an seqestrado. Atric n BCN xo ara no s dnd toi. Yama plicia". O algo así. Cuando, pongámosle, Alberto recibió el SMS de, digamos, Julia, el mundo se le vino abajo. Ya habían pasado bastantes días desde que su mujercita había viajado a España. Contaba las horas para volver a abrazarla en el aeropuerto y el celular le da la noticia que hizo temblar hasta la última de sus ídem (teléfono móvil en latino).
Mientras Alberto se carcomía por dentro y movilizaba a policías del mundo entero, a Julia se la comían por fuera... y un poco por dentro. Entre polvo y polvo, o en los postres de alguna centa romántica en Barcelona, tuvo la sangre fría de mandar más mensajitos. "Me retienen en un sitio horrible donde hay más mujeres y me obligan a mantener relaciones sexuales", decía, ya traducido del ortográficamente dantesco argot del SMS. Todo esto supuestamente y algo novelado.
Dicen que no hay crimen perfecto y su escarceo tampoco lo fue. Cuando un policía la encontró y ella intentó repetir esta versión, nadie la creyó. Los médicos confirmaron que no había sido violada. Lógicamente, los agentes tampoco se tragaron que alguien le hubiese robado las joyas.
Julia y Alberto fueron un matrimonio feliz hasta que el chat se cruzó por sus vidas. El trabajo, el exceso de fútbol o el alcohol, ¿quién sabe? Un día ella encontró delante de una pantalla lo que no tenía en casa. Cuando ideó la excusa perfecta para volar a España en busca de su cyberamigo, áterrizó en un cuento de hadas que no quería ver terminar.
Dicen que todo acaba y que el calor nos atonta. El diablillo ajustició al ángel bueno con una tentación veraniega de lo más jugoso. Bastaba con un cobarde y telefónico "esto se acabó". Pero no. El afán de conservar, ese comodín del por si acaso, inició una mentira que se fue encadenando a otra y a otra.
Hoy Julia es la protagonista de la noticia jocosa del día y encima está encausada por denunciar un delito falso. Tiene suerte: no ha trascendido su nombre y su cara, lo que habría causado un descojono general en su barrio o su pueblo.
Me vienen a la cabeza decenas de personas que han destrozado su vida delante de una pantalla. Este maravilloso mundo tecnológico que esta noche me permite divagar un rato, también me abre cualquier puerta en un solo click.
Puedo leer las noticias para cagarme en la nueva campaña de control de velocidad. Es posible comprar casi cualquier cosa. Ver la tele. Leer un 'libro'. Y sí, también chatear con frikis sobre la novela de fantasía que me estoy leyendo o con una mujer ávida de sexo que está en la otra parte del planeta.
Puede que Julia fuera una de esas, o simplemente precisaba cariño. Debía estar atravesando una sequía brutal para cruzarse el Atlántico en busca de un polvo o de un paseo con las manos entrelazadas.
Primera lección: si me siento vacío, lo hablaré con mi novia y mis amigos... no sabes qué loco o loca teclea al otro lado. Segunda lección: como Julia, el 12 del mes pasado, como ocurrirá el 31 de agosto, tuve la tentación veraniega de llamar al trabajo avisando de lo malito que estaba por un catarro a la salud del aire acondicionado.
Pese a los brotes verdes de Zapatero, no está el horno para bollos. Todo lo bueno acaba, y creo que más deprisa que lo malo. Por eso, y a falta de seis días para iniciar mis dos semanas de asueto, empiezo a mentalizarme para que no me ocurra como a Julia. Voy a disfrutar mis vacaciones, pero el 1 de septiembre vuelvo al tajo. Espero que no me venzan las tentaciones veraniegas.

sábado, 8 de agosto de 2009

La baraja de la vida

Estoy en ese momento de la siesta que distingue al perezoso del que aprovecha la tarde veraniega del sábado. Quizás merecería la pena estar retozando en el catre, sudoroso y repugnante pero sin ser tan consciente de los sinsabores del extremo calor de agosto... mejor me iré a la piscina en un rato. Antes intentaré escribiros sobre naipes y otros asuntos, a modo de terapia tras el varapalo brisquero sufrido esta madrugada.
Una mala gestión de las buenas cartas, ese juego ganador que brilló por su ausencia o las bazas que llegan mal repartidas. Añades a este cóctel una pizquita de mala de suerte a modo de punto de sal, y te sale un delicioso desastre de timba.
No me lo creía. Después de ese 61-59 me entró la mala gaita hasta que pensé en ella. Alta rubia, carita de diosa, curvas de vértigo, ropita blanca y ajustada. Sí, hablo de una mujer... ¡y qué mujer! Todo un objeto de deseo, la típica piva a la que todo el mundo entra en las discotecas mientras ella elige pacientemente a quién se va a tirar esa noche. Mientras tanto, permite que el resto de pagafantas circunstanciales (palabra muy de moda) la pongan a tono a base de sorbos y cubatas enteros gratis.
La chica de blanco tiene mimbres de carne capaces de hipnotizar al hijo de papá podrido de dinero. Está tan buena que puede pillar por los huevos a cualquiera de esos aprendices de ejecutivo y, sin aflojar hasta el altar, convertirse en una señora con chalé y servicio en Campolivar y vacaciones de verano en Xàbia. Su máxima preocupación será jugar al pádel, almorzar y estar bien guapa para hacer volar a su maridito entre sábanas de seda... si es que él no llega a casa agotado tras comprar una fábrica en China.
No me paré a preguntar a la chica de blanco cuál de las dos modalidades de caza prefiere. Pasé de largo porque ella no es depredador, sino presa. Lo máximo que me hubiese respondido, llamémosla Candy, es: "30 euros follar, 15 chupar". Cuando ayer pasé por su lado en esa rotonda de Albal, esa diosa que podría seducir a cualquiera me dio muchísima pena.
A mi y a mi as de oros. Los dos nos sentimos desolados al pensar que ese bombon podía estar en diez minutos aguantando que un camionero sudoroso y maloliente proyectase en su oído unos jadeos acompañados de un aliento con olor a aguardiente.
La baraja no ha sido benévola con Candy. Da igual que sea una preciosidad. La vida le ha repartido unas cartas con las que no se puede jugar, ni siquiera a base de faroles. Los naipes parecen losas, las que le caen encima cada vez que tiene que levantarse, vestirse bien ajustadita de blanco y ceñirse esas botas para ir a trabajar de puta a una mísera rotonda de acceso a la pista de Silla.
No soy el aprendiz de ejecutivo podrido de dinero, ni el tío bueno que se lleva cada viernes por la noche a la cama a la reina de la discoteca. Quizás no tenga las mejores cartas, pero con las que me han tocado puedo tratar de ganar en la partida de la vida. Apretamos nuestras manos mientras nos alejábamos de Candy sin mirar hacia atrás. Dimos las gracias al cielo por nuestra baza.

sábado, 1 de agosto de 2009

Con vistas hacia arriba (Up)

Pixar lo ha vuelto ha hacer. Han preparado un peliculón de animación al que los padres no van a regañadientes. Otra vez, salvo error u omisión, se llevarán de calle el Oscar de esta disciplina. Una nueva cinta bien montada, con dibujos que son verdaderas obras de arte y un guión que combina la risa con momentos dramáticos... esta vez demasiado.
Y es que nos han ofrecido un argumento facilón para entretener a los pequeños consumidores de dibus y palomitas. La historia no es más que un envoltorio de un crisol de emociones que cuando se te meten en la garganta te joden la noche.
En esas estoy yo ahora. Porque miro mi álbum, ese que empezamos tú y yo juntos hace más de dos años, y tengo muchas páginas en blanco que quiero llenar. Mi problema, y por eso decidí asomarme al Mandor, es que corro mentalmente hacia el futuro, veloz, sin freno, hasta que me topo con el abismo.
Por ahora no caigo, pero sé que ese futuro me lleva tarde o temprano a una última foto juntos. Con un poco de suerte, esa instantánea irá acompañada de una leyenda que dedica un beso postrero y un "hasta la vista".
Suerte que estoy escribiendo, porque ahora no podría hablar ni de coña. Los de Pixar me han dejado jodido, ojalá se queden sin Oscar por cabrones. Me viene a la mente tu promesa, esa que me garantiza que mi esperanza es cierta. Y descubro que quedan muchas tardes junto al Mandor y una eternidad para retozar en las praderas jugando con un tigre o con el bicharraco que nos dé la gana.
Muchos de los que nos lean pensarán que es una chorrada. Estarán de acuerdo con Nieztche en que Dios es un invento para débiles. Igual yo lo soy, pero prefiero vivir como un ingenuo a que me consuma la tristeza cuando Pixar o alguien de su calaña enciendan la llama de las emociones.
Creo en la vida, en disfrutarla a tu lado, desde aquel 12 de mayo de 2007 hasta la eternidad. Llueva o truene, riamos o nos enfademos, quiero compartir mi historia contigo. Puede que esta noche no debiese haber ido al cine. No porque la peli sea mala. Todo lo contrario, es más que recomendable.
Sin embargo, el celuloide me ha explicado a bocajarro lo banal de esta vida. Caben casas que vuelan o pájaros bonitos en forma de proyectos... pero también hay sabuesos, perros con cara de malas personas que te hablan para pinchar los globos que te permitirían volar.
En medio de esta jungla, yo te doy la mano y no quiero soltarla. Deseo con toda mi alma que Él exista, que nos tome a cada uno el brazo que nos queda libre y que con su amor nos susurre "Up, tengo para ti un lugar con vistas hacia arriba".
¿Creeis que soy un ingenuo? Me da igual porque desde el 12 de mayo de 2007, yo soy muy, pero que muy feliz.