sábado, 27 de febrero de 2010

Sorpresa y sorpresita

Nunca me he sentido más dominguero, pero debo reconocer que encajábamos en el perfil como anillo al dedo. Una noche quedo con unos amigos para ir al cine. Dos trabajan, una estudia y dos estamos de libranza. Llegamos a las 22.40, diez minutos de retraso, y sin haber elegido la película.
Las que podían gustar a todos los miembros del grupo habían sido consumidas por al menos uno de los integrantes. Lo que había en cartelera despertaba irremediablemente sentimientos encontrados. Al final eligen las chicas, como siempre que se da una situación como esta. Alguien mete la tarjeta y paga. Primer lío: saldar cuentas.
Otra integrante del quinteto asume el papel de regente de los tickets. Vamos corriendo porque no llegamos. "Sala 10". El chaval de la puerta lo confirma: "Al fondo a la derecha". Tenemos hambre. Nosotros dos compramos papas y agua; la otra pareja, un bidón de coca-cola; y el de la tarjeta, unos bastoncitos de queso que iban a dar mucho juego.
Llegamos a la sala 10. Sorpresita. Ha empezado la peli. "Esta no es", dice alguien. "Que sí", asevero yo. Comprobamos que aquello lleva ya un rato empezado y no concuerda con el argumento que ha seducido a las féminas del grupo. Segundo lío: huir con el rabo entre las piernas (sin connotaciones malsonantes), entre las risas generales de quienes se han percatado de lo sucedido, y con la penumbra como aliado.
Corremos hacia la sala 19 después de cerciorarnos de que el '0' que habían visto 12 ojos, algunos con gafas y todo, era en realidad un '9'. El de la tarjeta ya ha abierto la bolsa de bastoncitos de queso y mastica con cara de desconcierto. Llegamos a la puerta del cine. La sala está en la otra entrada. Tercer lío: el chaval que nos condujo a la sala 10 nos pide el ticket de las putas golosinas pagadas a precio de entrecot a la pimienta.
A regañadientes dibuja un garabato en las entradas a modo de contraseña para su compañero de la otra puerta. El joven también nos pide el ticket y uno de nosotros, que ha pagado sus golosinas bañadas en oro con tarjeta, se lo muestra. Como si fuéramos hooligans, un segurata nos custodia hasta la sala 19. El de la tarjeta ya ha engullido dos tercios del paquete de bastoncitos de queso. "¿Cómo puedes comer con este estrés?". Sonríe sin dejar de masticar y ofrece de su comistrajo. Se apagan las luces. Increíble, pero hemos llegado a tiempo.
Sorpresa. Peliculón. 'An education'. Como dije al principio, la elegimos por descarte y porque lo decidieron las dos chicas del grupo. Parecía una moñada de tío de 35 tacos que se enamora de una adolescente y viven una bella historia de amor contra viento y marea. Pero no.
La cinta tiene un buen giro argumental. Cantado que lo iba a haber, pero que no deja de sorprender. Además, el guión es capaz de criticar a toda una sociedad, a varias formas de actuar ante la educación sin quedarse con una de las propuestas extremas como la correcta. No quería que esta crítica os chafase la película. Sólo digo que se nota que ha salido de Europa. Sus nominaciones a los Oscar a mejor film y a mejor guión adaptado están más que justificadas.
Destaca Carey Mulligan, actriz de 25 años que ha exprimido un papel que le va a servir de lanzamiento. Algo así como el de 'Amelie' para Audrey Tautou. Con estéticas bien diferentes, ambas películas, la francesa y 'An Education', comparten la virtud de romper moldes con argumentos simples pero perfectamente aprovechados. La británica es una cinta deliciosa, para degustarla con tranquilidad y sin llegar tarde al cine. Podría ganar perfectamente el Oscar, aunque sospecho que este año lo tiene concedido (en mi opinión con cierta justicia) la superproducción 'Avatar'.

martes, 16 de febrero de 2010

Siete meses to go

Mi carrera, nuestra carrera, empieza a vislumbrar la línea de meta. Es lo más parecido a la típica actuación de Valentino Rossi (no estaba acabado), esa en la que ha sacado de rueda al segundo. Salvo caída o fallo mecánico, el italiano espera la bandera de cuadros para sentir el calor del público.
Nosotros estamos ahí. Con sólo siete giros por delante antes de llegar a la meta. Siete meses en los que hay muchas curvas que gestionar. Creo que no hay rivales que puedan adelantarnos. Algún bromista se postulará como mi competidor, pero confío y me afirman que lleva varias vueltas perdidas.
Temo caer en alguna curva. La del ventanal que no llega, la tarima flotante que espero que dé tiempo a colocar, los muebles condicionados al color de una pintura sin comprar, los electrodomésticos supeditados al ventanal cuyas medidas conozco a ojo...
No tan cerrada pero espero no encontrarme una mancha de aceite, porque también está la curva rápida del salón (A cobra más fuerza que B pero no acaba de tener la mayoría absoluta), la del viaje ya sabemos dónde pero carecemos del cómo, mi mono ignífugo a las miradas de decenas de personas...
No voy a escribir mucho más porque me agobiaré. Para mí, un chaval normal, friki como él sólo y siempre preocupado por algún libro, juego o peli y, sobre todo, el curro, el inicio de la carrera fue un sueño. Allá por aquel 18 de febrero me sabía el más afortunado del mundo porque me concediesen aquella wild card.
La invitación se convirtió un 12 de mayo en un puesto como piloto oficial, aspirante al mundial en un futuro próximo pero no inminente. Ahora me quedan siete giros para convertirme en campeón. Ganaré, si la moto no se para, el Mundial de 125.
Al igual que Moto2 para el gran Héctor Faubel y compañía, lo que ocurra dentro de siete meses es para mí toda una incógnita. Espero poder domar el motor Honda CBR que jamás he sostenido con mis dos manos. La máxima categoría, confío, queda más lejos.
Antes de pensar en los siguientes pasos voy a gestionar estos kilómetros, los siete giros, las curvas que vienen antes del 12 de septiembre. A mis 30 y pocos es ley de vida, pero no puedes evitar sentir un cosquilleo cada vez que piensas en que este mismo año vas a poner el primer ladrillo de una nueva familia. Espero no caerme de la moto. Ni antes, ni después.

lunes, 8 de febrero de 2010

Nueve claves de 'Nine'

'Nine' es una de las apuestas diferentes y, por lo tanto, arriesgadas de cara a la inminente gala de los Oscar. Quizás ese sea su gran mérito junto al de una presentación cuidada. En muchos aspectos, la película de Rob Marshall decepciona y voy a dar nueve, no todas por supuesto, que me han llevado a considerar la cinta como un producto pasajero, que no dejará huella como sus predecesoras 'Chicago' o 'Moulin Rouge'.
1. El musical es un estilo arriesgado. De por sí y por pura definición. Por ello, este registro cayó en desuso durante los 80 y los 90. Parecía extinto pero, como el western, la ciencia ficción o las películas bélicas, tiene un vivero de fans muy especializado y suele vestir muy bien para las grandes citas. Títulos como los ya citados, o los más tenebrosos 'El fantasma de la ópera' y 'El barbero diabólico' de Tim Burton han contribuido a mantener vivo el musical. 'Nine' es un subproducto muy inferior a las cuatro anteriores.
2. Un director experimentado. Hablando de musicales, Rob Marshall encara su segunda superproducción en este estilo. Triunfador con 'Memorias de una geisha', se salió con la oscarizada 'Chicago'. El trabajo era difícilmente superable y, claro está, no lo ha hecho. Ha estado a la misma altura en la música y los bailes, no en el argumento.
3. Puesta en escena y coreografías muy cuidadas. Sin duda lo mejor de la película. Para el que le guste el baile o haya estado enganchado al reallity 'Fama', los actores (tanto primeras espadas como extras) dan sopas con honda a los chavales de la academia. Si a esto le añadimos un colorido cuidado y acertado, junto a los temas musicales elaborados con esmero, dan unas coreografías, en opinión de un no entendido, que rozan la perfección.
4. Nuestra Penélope. Después del bailecito que se marca, ya nadie la tildará (¿alguien lo hacía?) como una chiquita casta e inocente. Su coreografía obligará a más de un puberto a poner el pause e ir raudo al baño para protagonizar un improvisado cinco contra uno. La madrileña está bien en su papel, con un momento dramático donde vuelve a bordarlo, pero se me antoja algo exagerada su nominación para el Oscar.
5. Héroe y villano. Tanto el personaje como quien lo interpreta. Centrándonos en Daniel Day-Lewis, creo que le hizo demasiado daño su papel, así como la injusta nominación, por la lamentable 'Pozos de Ambición', una película caótica y sobrevalorada. El actor es de los que reconoces su talento, pero por alguna razón no acaba de convencerte. Justo es decir que el intérprete borda su coreografía y encarna con acierto a Guido Contini, pero da la sensación de que el papel tiene más jugo y no ha sido bien exprimido.
6. Reparto envidiable y desaprovechado. Especialmente en el apartado femenino, el elenco invita a ir al cine. Además de Penélope, aparecen Judi Dench, Marion Cotillard, Sophia Loren, Fergie Kate Hudson y Nicole Kidman. La presencia de muchas de ellas es testimonial, como si se tratase de un cameo. Dicho sea de paso, la española y la francesa, que encarnan a la amante y la esposa de Contini, respectivamente, destacan sobre el resto. También hay que tener en cuenta que sus papeles eran los más lucidores.
7. Siempre quedará la duda. He leído que Marshall quería a Javier Bardem para el papel de Guido Contini, pero el español rechazó el papel porque estaba exhausto tras la promoción de 'No es país para viejos'. También sonó Antonio Banderas, que también hubiese encarnado de forma más creíble al director italiano. De todas formas, sus compañeros de reparto hablan muy bien de Day-Lewis. Cuestión de gustos.
8. Argumento insulso y camuflado. No vamos a desvelar detalles por si alguien quiere verla, pero desde la premisa de que Contini había perdido la inspiración, el nudo y el desenlace son de lo más previsible. El punto de partida de un artista sin ideas también está algo manido en la historia del cine o de la literatura. En ese sentido, la película no pasaría de mediocre comedia de sobremesa si no fuese por las coreografías. Claro está, para un no amante del musical, esta circunstancia contribuye a que la cinta acabe resultando tediosa.
9. Benévolo con el metraje. Rozando las dos horas, supone un tiempo aceptable. Otros musicales se han ido a los 180 minutos, pero es que aquí no había mucho más que contar. Incrementar el metraje hubiese dado como resultado una película hinchada y con demasiados temas musicales, pues argumentalmente no creo que se pudiese aportar mucho más.