lunes, 16 de marzo de 2015

Abuelos

Hoy cierro una etapa de mi vida. Poco antes de cumplir los 36 años despido al último. Ya no tengo abuelos. Cada uno ha sido diferente. Desde los que no he conocido hasta Amparo, a la que esta mañana decimos hasta luego. Pienso que nadie debería pasar por la vida sin tener abuelos. Aunque para ello se vea obligado a adoptarlos. Consentidores, maniáticos, cascarrabias, bromistas, amorosos, serviciales... abuelos.

Amparo nos dejaba ayer, a los 84 años, en una extraña mañana de domingo. Vino de Sevilla, de su Sevilla, para iniciar una nueva vida con mi abuelo Asunción. Durante años conservó unas castañuelas en un cajón de su habitación y un montón de cintas de María del Monte y otras 'cantaoras' en el armario de la tele. Como testigos de una etapa que dio por cerrada en el último cuarto del siglo XX.

Juntos, Asunción y Amparo, vivieron por y para su familia durante más de dos décadas. En su casa recuerdo los primeros partidos de fútbol de los sábados por la noche. Peleándome con mi abuelo, como siempre, mientras ella hacía la Escuela Sabática después de habernos hecho la cena: tortilla con patatas fritas.
Yo era por aquel entonces un niño y asistía cada domingo, antes de ir al Club de Conquistadores, a las plegarias de ambos. 'Padre, guárdanos en los pocos días que nos quedan de vida en esta tierra. Y a nuestra familia de Mora, y Sevilla, y de esos pobrecitos que no tienen que comer', solían orar a diario antes del desayuno.

Y su Padre no le dio pocos días de vida. De eso hace muchos años. En ese tiempo salieron de su casa para ciudarnos, a mi hermana y a mí, mientras mis padres tejían su negocio familiar. Y volvieron a dejar el calor de su hogar cuando nos marchamos de Valencia y el abuelo, albañil jubilado, tuneó con paciencia pero con mucho curro el chalé de L'Eliana.

Ella nos quiso. A su manera. Como todos los abuelos. Unos consentidores, otros maniáticos, otros más bromistas y algunos, demasiado cascarrabias... '¡Son mis nietos!', proclamaba a los cuatro vientos en la residencia cada vez que íbamos a visitarla. '¡Son mi familia!', incidía a todo el que se cruzaba por delante. Abuelos. Tan peculiares. Tan necesarios. Abuelos, a Amparo, a Asunción, a Lorenza... Hasta siempre, y gracias por haber existido.


Escrito en la madrugada del 16 de marzo de 2015 para leerlo en el funeral de mi abuela Amparo.