miércoles, 30 de diciembre de 2009

Mileurista del balón y el rock


Publicado en Las Provincias (28/12/09)
Desde hoy, "Con vistas al Mandor", mi blog personal, recogerá también los artículos profesionales de los que me sienta satisfecho. El primero que voy a colgar es "La Cara B del Fútbol" que publicamos el pasado lunes sobre Carlos Sanchis, un jugador del Paterna que además tiene un grupo de rock.
Hacer ese reportaje fue todo un placer. La entrevista que mantuvimos durante casi una hora perfectamente pudo parecer una conversación de bar, con cafelito o cañita, entre dos amigos. Me sentí muy identificado con Carlos: gustos musicales y futbolísticos, las ganas de hacer algo importante en la vida, y los constrastes de miedo y felicidad que ofrece el amor.
Sé que Carlos preferiría que no hubiese escrito algunos párrafos del reportaje, que ciertos detalles hubiesen permanecido en el anonimato, pero considero que son necesarios para construir su retrato escrito.
Como compensación, desde aquí os recomiendo la web del grupo del que Carlos es vocalista (http://www.llegandoanormandia.com/), para que le sigáis. Tuve la suerte de que me interpretase en exclusiva parte de una canción y suenan muy bien. Si tienen fortuna, seguro que van a triunfar.

El hombre del año

Hay pequeñas localidades del mundo que pasan a la historia sin pretenderlo, por pura casualidad. Hace poco menos de 40 años, Sampedor vivía otra Navidad, otro final de año ajena a que iba a pasar algo inusual. Poco después nacería Josep Guardiola. Un vecino más, otro catalán, un niño sin tarjeta de visita ni pedrigrí.
No voy a contaros la historia de Pep. Se han escrito en los últimos meses muchos reportajes sobre él. Para eso es el hombre de 2009... no sólo para este blog. Creo que la opinión debe ser unánime y por varias razones.
La primera es que los personajes más relevantes no han traído la paz al mundo (por mucho que les den un nobel), ni nos han sacado definitivamente de la crisis, ni han encontrado el remedio contra el SIDA. Ni siquiera han logrado que cientos de miles de personas fenezcan o malvivan por la escasez de alimentos y agua que se desperdician en occidente.
Descartados los hombres y mujeres importantes, busco mi personaje del año en el arte, la literatura, el cine... hay gente que ha hecho cosas sorprendentes, pero no llega al nivel de Pep. Guardiola ha ganado seis títulos. De eso también se ha escrito muchísimo. Nadie lo había logrado. Pero tampoco se merece el premio por eso.
Calló muchas bocas de quienes recelaron de su nombramiento, allá por junio de 2008, y empezaron a criticarle tras la derrota en Soria y el empate frente al Racing. Pero ha estacado por callar otras voces contaminantes. Segó sin piedad sucesivamente a Deco, Ronaldinho y Eto'o, hombres con peso en el vestuario del Barça, que lo habían dado todo por el club y queridos por la afición. Si se equivocaba estaba sentenciado, y no le tembló el pulso.
Reconstruyó el vestuario. Xavi y Puyol brillan a su mejor nivel cuando ya habían marchitado, ha destapado a Piqué como mejor central del mundo y ha descubierto perlas de la cantera como Sergio Busquets, Jefrén y Don Pedro. Ha sabido heredar al hijo descarriado de Rijkaard (hay que reconocerle el mérito al holandés que pecó de blando), lo ha llevado al psicólogo y ha pasado de bala perdida a cirujano de fama mundial.
Pero tampoco esto es lo que le da este premio. El galardón se lo lleva un tipo llano y normal. Con sus aficiones y sus manías, Pep Guardiola, al que ya sólo le queda ganar con una selección tras un año y medio en la élite de los banquillos, se resiste al circo mediático. Tímido o altivo, se resiste a salirse del guión. Celoso de su vida privada y distante con los medios de comunicación que le exaltan. Sus amigos, principal fuente para los compañeros que han escrito sobre el míster del Barça, dicen que es un buen tipo.
El único error es ese: los amantes del fútbol y hasta los que no lo son estamos deseando leer una entrevista a Guardiola. Realizada por alguien de peso, ni madridista ni culé, bien preparada, en la que Pep hable de todo un poco sin hacerlo con la barrera que siempre supone la mesa de la sala de prensa. No parece que eso vaya a ocurrir, la menos por ahora. Y como eso es sólo un pequeño error sin más de todo un triunfador, concedo al chico de Sampedor el título honorífico y sin valor ni prestigio alguno de Hombre del Año 2009 de Con Vistas al Mandor. Se lo merece.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Espíritu navideño

Esta semana volvía a casa sobre las 2 de la madrugada. Con los programas deportivos acabados y el lector de CD de baja laboral crónica, escuchaba el 'Hablar por Hablar' de la Ser, uno de esos espacios donde la gente llama para contar lo que le da la gana. Unos te hacen llorar y otros reír, así que dependa de quién intervenga, a veces me decanto por escuchar la radiofórmula menos vomitiva o conducir en silencio. El oyente en cuestión era un angustias, pero me hizo reflexionar.
"Si puedo, trabajo en Nochebuena. Yo mismo pido que me pongan en ese turno". El hombre se declaraba ateo confeso: "¿Por qué tengo que celebrar el nacimiento de un señor en el que yo no creo?" Discusiones teológicas aparte, el oyente, cuya opinión es muy respetable, evidenció estar de un amargado preocupante: "¿Por qué me tengo que reunir con mi familia cuando me digan? Estamos unidos, pero cenamos cuando nos da la gana".
Yo no me declaro un defensor a ultranza de la Navidad. Me parece una fiesta pero de El Corte Inglés y el resto de las grandes superficies. Compramos cosas costosas que no son imprescindibles con el legítimo objetivo de impresionar a los nuestros en la apertura de regalos de Nochebuena, adquirimos comida para alimentar a un poblado de África y gastamos ingentes cantidades de dinero en lotería por si acaso.
Por dos semanas no hay crisis, porque luego viene Nochevieja y Reyes. Me toca lo que ya sabéis que el mundo globalizado me haya manipulado y me haya hecho entrar en el circo del consumismo compulsivo... pero me gusta.
Disfruto con el café de Nochebuena con mi novia y mis amigos. Me encanta acertar con el regalo de cada uno de mis familiares cueste lo que cueste... Pero sobre todo, lo mejor de todo, es que una noche, cuando se acaba de comprar, puedo cenar con mi gente sin estrés y sin mirar el reloj. Por todo ello, defiendo que Navidad debería ser por lo menos una vez al mes.
Eso sí, sin Papa Noel y el resto de pijadas que nos han impuesto los yankies. Por el momento nos conformamos con que sea una vez al año. Si al próximo no puedo o no os podéis gastar tanto en regalos, por lo menos, pido a Dios que estéis ahí como en esta Navidad. Ya sería de lujo que los niños de San Ildefonso cantasen como primer premio el número de la lotería del periódico.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Las especies de las cenas navideñas de empresa

NOTA ACLARATORIA: Cualquier parecido de este post con una situación de la vida real es coincidencia. El texto está redactado a partir de reportajes televisivos y radiofónicos y en ningún momento se pretende aludir a ninguna persona cercana. Se han tratado de eliminar frases que pudiesen resultar hirientes a alguien, pues esa no es la intención del autor


El agua rebota en la ducha hasta que una mano se interpone en su trayectoria. Está desnudo, el calentador aún no ha completado su tarea y hace un frío que pela. Tras un minuto que parece eterno, entra en la gloria. El calor le inunda y sólo hay unos instantes en el que el paraíso se disipa: cuando cierra el grifo para enjabonarse.
Después de la ducha elige unos gallumbos de marca, se fija que en que los calcetines no tengan una patata en el talón y se ajusta con cuidado los pantalones y la camisa nuevos. Mira con minuciosidad el espejo hasta que la barba de un día queda perfectamente igualada y está correctamente peinado, se pone los zapatos y el abrigo antes de salir a la calle. Esta noche va a triunfar. Va a por la compañera del ordenador de enfrente, la de las miraditas morbosas pero con la que no ha llegado a tomar ni un café de tarde. Y si el plan falla, alguna caerá. Para eso son las cenas de empresa de Navidad.
El ya descrito es el buitre, el águila, el león o tigresa... o cualquier otro depredador. De género masculino o femenino, y por mucho que lo niegue cuando aún no ha empezado a correr la cerveza y el vino, va a la cena de Navidad a pillar. Quiere reírse hasta cierta hora, pero la intención es acabar la noche o recibir el día inmerso en un tórrido revolcón casual de en tu casa o en la mía... o un hotel si hay anillo de por medio.
Esta es sólo una de las especies de las cenas navideñas. ada uno las afronta y las gestiona a su forma. Estos eventos derriten la coraza. El alcohol y la fiesta hacen mella. No existe el ridículo. Pero en medio del desfase, siempre te llevas alguna sorpresa, para bien o para mal. A mí me pasó este año y el imprevisto me sirvió para conocer un poco mejor a alguien a quien, conforme pasan los días, estoy más agradecido.
En un momento de la madrugada tuve mi crisis. Me encontré fatal sin entrar en más detalles. En aquellos instantes en que quería estar sólo, un compañero que podría haber sido director de El Caso se empecinó en quedarse a mi lado. Paseó conmigo, me ayudó y estuvo gran parte de la noche interesándose por mi estado.
Desde este 21 de diciembre, veo a este compañero con otros ojos. Ya le tenía gran cariño, pero su pequeño detalle es el que le delata como un gran tipo. Tengo que decir que muchos otros me preguntaron por cómo me encontraba. Entre ellos mi jefe, el que me cedió reino de los pueblos hace algunos años.
Este post era bien diferente. Sin querer, podía herir sensibilidades y él me llamó ayer para avisarme. Entre Rickys y Bombas, también nos metemos con él por su susceptibilidad. Pongamos sea así, pero ese instinto le empujó a llamarme por teléfono y sus palabras me hicieron reflexionar. También le doy las gracias.
Esta reflexión empezó el viernes pasado. Cuando estamos en la ducha, antes de acudir al restaurante, no lo pensamos. Pero lamentablemente hay quienes por alcohol o por lujuria convierten en una pesadilla familiar unas fiestas diseñadas para soñar y disfrutar con sus más allegados. Por eso, quiero darte la enhorabuena si tras la cena de empresa has vuelto a casa con los tuyos... aunque hayas tenido que pagar los excesos con un resacón de tomo y lomo. Y yo doy gracias a los amigos que me apoyan en Navidad... pero también durante todo el año.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Metamorfosis en un buffet


Desayuno: café con leche, dos tostadas (una con mermelada y mantequilla y otra con tortilla francesa), dos donuts, una mini napolitana de crema y dos mandarinas. Comida: canelones, pasta con salsa de tomate, sopa de puerros, ensalada, pastel de coco, mandarinas y helado. Cena: similar al almuerzo, pero paso de detallarlo porque sólo de recordarlo ya se me sale por las orejas.
Esta ha sido mi rutina, mi malsano hábito alimentario durante dos días. Menos mal que sólo se ha prolongado durante nuestra última escapada a Calpe. Antes de hablaros del viaje, lanzo una pregunta: ¿Por qué sufrimos una extraña metamorfosis al entrar en un buffet?
Mi almuerzo rutinario sería un café con leche, algo de fruta y dos tostadas con aceite y sal. Para comer, ensalada y un plato... Nada comparable con mi menú made in Costa Blanca. Ya de regreso, una amiga a la que trasladé mi preocupación me ofreció la clave: "Nos volvemos locos cuando algo es gratis".
Creo que eso es. Por ejemplo, ¿quién no ha tenido en un rincón durante meses la horrible taza o las inútiles chanclas que regalaban por un menú en el Bocatta? ¿Quién no ha comprado el número 1 de una colección por fascículos que sabe que no va a completar justificándolo con un "total por un euro"?
Tendemos a almacenar regalos absurdos y a reaccionar con ansia ante las supuestas gangas, como si se las quitasen de las manos. Y en el buffet pasa eso. Es inevitable. Ya sea en el hotel, o si se va a uno de estos de comida china a ocho euros. Los asiáticos, que por mucho que sonrían haciéndose el gilipollas son más listos que el hambre y saben cómo nos las gastamos los españolitos, sólo sacan las bandejas de arroz del bueno y el pollo a las 15.50, cuando estás lleno de comer las sobras del día anterior y se garantizan que esas viandas van a llegar a la noche.
Pero para entonces, ya te has comido con ansia los alimentos mustios y recalentados y ya vas por el cuarto helado, que por la textura adivinas que se ha descongelado siete veces después de que los hayan comprado por palés en un almacén que los tenía a punto de caducar.
Y en esos buffets, donde los cocineros juegan una eterna partida de ajedrez con los comensales gorrones, solemos atiborrarnos, aunque pensamos que podemos elegir, de las viandas que eligen desde la trastienda, las que por una razón u otra quieren dar salida inmediata.
Desde el chino hasta el cocinero del hotel, pasando por las tiendas de barrio, el supermercado hasta el alto ejecutivo de una multinacional se saben el truco del almendruco: los consumidores, ante el reclamo de gratis, todo incluido o ganga, picamos como viles besugos.
Para no deprimirme en esta noche de insomnio, y como terapia de choque para la vuelta a la realidad, antes de dormir recordaré, buffet aparte, esa escapadita a Calpe.
Como cualquier pueblo de la Marina Alta, la localidad del peñón, como se le conoce, es un enclave más que recomendable. Y es que una visita obligada es la del parque natural del Peñón de Ifach. Ya sea la laboriosa subida al peñasco o bordearlo por el paseo Príncipe Felipe, la excursión lleva incluido el idílico y eterno graznido de las gaviotas.
El puerto pesquero, pasear por las playas, las tiendas de souvenirs o los restaurantes donde degustar una paella, pescado o una mariscada (a quien le gusten los productos del mar) son razones suficientes para visitar Calpe.
Nosotros estuvimos en el hotel Sol Ifach: habitación limpia y nueva, buen servicio (aunque la llave se descodificó los dos días), aparcamiento asegurado y pensión completa por un precio razonable. Si vais, yo pediría una habitación alta, en el piso 12 como mínimo.
En el caso de que esté orientada de espaldas al mar, veréis las salinas de Calpe, con sus flamencos y otras aves que anidan en los humedales. En el caso de que el balcón se asome al mar, tendréis la sensación de tocar el Peñón de Ifach.
Entre los pocos detalles que me faltaron para que el viaje fuese perfecto, está el de ver un amanecer con esta última estampa como telón de fondo. Con el paso de las horas, envidio ese insomnio que permitió a Maggie inmortalizar ese inicio de un nuevo día en el cielo de Calpe.