sábado, 21 de noviembre de 2020

Esperar demasiado y recibir lo que no esperas

Veo la luz al final de un pequeño túnel. Pequeño, sí, porque un puñado de días de pasarlo regulín no es nada comparado con los miles de personas que llevan meses sufriendo las de Caín. Los que han perdido un ser querido, los que han estado en la UCI durante semanas, quienes han perdido su trabajo, los que tienen una empresa cerrada y van a verse obligados a cerrar o empequeñecerla este enero, tras la asistencia ficticia en muchos casos de los ERTES. No, definitivamente por ahora no debo darme ningún protagonismo.

Sí se lo concedo a un amigo que me recordó estos días algo que, a decir verdad, ya me ha dicho varias veces: "Esperas demasiado de la gente". Y tiene razón. En estos días, desde el inicio de la pandemia, pero sobre todo cuando lo he pasado mal, he vuelto a sentir alguna decepción con la especie humana. Reacciones que no esperas, sobre todo cuando convivo con dos peludos, cuyas neuronas sólo se activan ante la comida, y que muestran más empatía que muchas personas. 

"Esperas demasiado de la gente". La frase me martilleó en mis horas más oscuras. Ahora que veo la luz, que ya vuelvo a salir con los peludos dos veces al día, he decidido darle la vuelta: "Eso no me lo esperaba de fulanito/a". Y al final, cuando se reflexiona en frío, se llega a las mejores conclusiones. Creo firmemente que se encuentra más fácil la felicidad sin esperar nada de nadie y agradeciendo lo que los demás te regalan. A decir verdad, en estos días 'reguleras', he comprobado que vivo rodeado de buenas personas. Y eso es una suerte.