sábado, 12 de septiembre de 2020

Brindis



Este 12 de septiembre de 2020 hace justo diez años del mejor día de mi vida. Siempre que un amigo o amiga me dice que se casa, le respondo lo mismo: "Disfruta de ese día, se pasa volando y te vas a divertir como nunca". Esa fue mi experiencia, y también lo ha sido que casi en un suspiro ha trascurrido una década desde nuestra boda. Hoy lo celebramos casi por separado, ya que Maggie tiene guardia en su trabajo como enfermera en el centro de salud de Picassent.
Nuestros diez años han sido atípicos desde el primer día. La boda la ofició Antonio y su sermón caló en mis amigos que no son adventistas: aún algunos me recuerdan la anécdota del balón da baloncesto. La ceremonia fue en la iglesia donde casi nací y tantas travesuras urdí con gente que esa mañana estaba entre los bancos. Me faltó Pablito, con el que tantos partidillos de fútbol he jugado en un rincón mientras nuestros padres ensayaban en el coro. Habló el entonces alcalde de L'Eliana, José María Ángel, cantó mi hermana Elísabet, al igual que Luis y Mari, a los que conozco desde siempre.
Llegamos tarde al banquete en La Calderona porque nos encantamos haciéndonos fotos con todos los asistentes, y luego entramos al salón con unos antifaces. Recuerdo que aquella tarde jugaban el Valencia y el Levante y mi amigo Badillo, entonces jefe de Deportes de Las Provincias, se llevó arrastras a la sección. Y de la sonrisa picarona de Patricia, cuando vino a pedirme que mediara con los camareros para que nos sirvieran chupitos -sólo querían poner copas-, con los que brindamos la gente que quedaba del periódico, ya bien iniciada la fiesta.
Agradezco mucho la presencia en bloque de mis tíos Juan y Juani (junto a mis primos y toda la familia), de la de Toledo, que nos separa la distancia pero en los momentos importantes (buenos o malos) están ahí. De la familia de Maggie que vive en Valencia, de la que sólo faltaron Raúl y Olivia por razones temporales, pero Isabella en cierto modo ya estaba. De todos los amigos que vinieron, los que no pudieron acudir y alguno que quería pero se quedó esperando una invitación por descuidos de esos que nunca te acabas de perdonar.
Aquel día es el inicio del camino. Cuando todos vuelven a casa, te quedas por primera vez vacío. Empiezas a escribir una historia impredecible, como nuestro accidentado viaje de bodas. Una década después yo sigo dedicándome al periodismo y Maggie, que no se atrevió a ser cirujana y aún se lo echamos en cara la gente que la conocemos -y no dudamos de su plena capacidad-, se hace camino como enfermera. La observo y, esto es algo que jamás le he dicho, su vocación y entusiasmo me recuerda a mí cuando también estaba peleando a tumba abierta por un lugar donde ganarme la vida contando la de otros.
Porque cada existencia tiene una historia que narrar. Como la nuestra en estos diez años. O como la de Ruth y Voro, que justo ese 12 de septiembre de 2010 hacían 12 meses de casados. Casi al final de la fiesta, los observamos en una mesa, solos, brindando mientras se miraban a los ojos sonrientes. Hoy ellos tienen dos hijas y nosotros, dos perros. Empieza la segunda década...

viernes, 4 de septiembre de 2020

Si no hubiera que correr

Comenté pasado el ecuador de julio que entraba en cuarentena. Me veía ya por aquel entonces con pocas fuerzas y contaba que debía economizarlas para llegar al 31 de agosto. Y lo pasé. Me ha costado unos días de vacaciones, pero ya me he puesto delante del folio en blanco. Tengo algunas amigas de esas que te dicen cosas que pueden no gustarte, pero que pueden ser verdad. "Moi, ¡es que te cuesta desconectar, y luego te quejas!", me afeaba hoy una de ellas. Y tiene razón. Aún no lo he logrado del todo, pero he de decir a mi favor que ya me encuentro con más energía que hace poco menos de una semana.
Otra amiga me escribía el otro día: "¿Estás bien? ¡Es que estás muy callado!". Se refería a Facebook y, sobre todo, a este blog. Me encanta que alguien me eche de menos, me da fuerzas para seguir contando mis cosas por aquí. "Es que escuché por la radio una canción de 'Revólver' y me recordó a ti", añadió.
Es uno de mis grupos favoritos, herencia de aquellos buenos años de juventud y largas charlas con Migue. Y de las muchas canciones que me gustan de un gran artista como es Carlos Goñi -por cierto elianero de adopción-, está la que da nombre a su álbum 'Si no hubiera que correr'. Me sobrecoge especialmente el estribillo, corto pero contundente:

"Y aunque fuera necesario
no quisiera echar la hiel
si el camino fuera suave
si no hubiera que correr"

Correr. Lo que me ha mantenido limpia la mente durante este verano. Y como dije hace unas entradas, quiero disfrazar ocasionalmente este blog de reflexiones en modesto manual de un deporte que está marcando mi vida en los últimos años. Las vacaciones me permiten un lujo cotidiano para los que madrugáis: salir a trotar al atardecer. Y claro está, sobre todo en verano, en busca de las horas más frescas, se te suele hacer de noche. Me sucedió las dos veces de esta semana.
En la segunda pasé por una zona sin aceras, en las que hay que ir con mucho cuidado y vigilante con el tráfico. Me crucé con una pareja que debe estar empezando en esto de salir a quemar calorías, así lo evidencian un par de peligrosas imprudencias que cometieron. Quizás como reto de otoño, o porque se han notado algún kilo de más (se atisbaba en ambos 'panxeta' pero nada desmesurado), y como penitencia por ese helado o cervecita de más.
Me alegra que la gente se eche a la calle o se apunte el gimnasio. Me encanta, por ejemplo, la ilusión con la que se ha lanzado Maggie a las redes del crossfit. Pero en cualquier deporte, sobre todo cuando toca practicarlo en plena calle, hay que mantener unas normas de seguridad. Para empezar, la pareja de la que os hablo parecía ir de incógnito: vestir de negro está muy bien para burlar la seguridad de un edificio en una película de espías, pero no para salir a correr o a caminar. Mucho mejor buscar una prenda (principalmente la camiseta) de un color claro (amarillo, naranja...) y si es posible, que desprenda luz. Y la segunda objeción, en un tramo sin acera iban a su derecha, esto es, de espaldas al sentido de circulación de los vehículos.
Si digo la verdad, no paré a comentarles estas dos imprudencias porque iba yo lanzado (con camiseta amarilla y a la izquierda del tráfico) y pensé que pararse en ese tramo podía suponer una tercera llamada al peligro. Seguí con mi serie de 3.000 algo más rápido de lo que había marcado mi entrenadora (yo también cometo mis 'pecadillos', no creáis) y pensando en esta entrada... absolutamente inútil... si no hubiera que (salir a) correr.