jueves, 27 de junio de 2024

Mamá, nos veremos junto al río

Este texto que publico es mi intervención durante la despedida a mi madre, que se produjo justo un mes antes de la creación de esta entrada. Leyéndolo, doy gracias inmensas a Dios por haberme inspirado a prepararlo en aquella mañana, menos de 24 horas después de que ella se marchase. También le agradezco que me tomase de la mano y me ayudase a decir en voz alta aquellas palabras que creo que la definían bien. Como dije, espero fervientemente que lo que creyó ella durante gran parte de su vida sea cierto y que algún día nos reencontremos junto al río.


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Buenas tardes. Os miro y veo reflejada en esta sala a mi madre, cómo decidió ella existir. Porque ella tuvo la habilidad de ser ella misma en un mundo que demasiadas veces nos intenta teledirigir.


Mi madre, por mucho que me pese utilizar esta comparación, ha sido el Real Madrid en la competición contra las enfermedades. No podían con ella. No han podido con ella. Cuando parecía que lo más sensato era rendirse, ahí estuvo ella para demostrar que no. Lo hizo frente a un accidente de tráfico y más de tres años de operaciones. Lo hizo con la hepatitis. Lo hizo con su tiroides, lo hizo con el trasplante hepático. Siempre recordaré cómo entró al quirófano aquella madrugada, sobre las 4: con una sonrisa de oreja a oreja, con los puños cerrados y los brazos al viento. Como si hubiera marcado un gol en el minuto 97 que le hubiera dado una victoria o una copa. Y así era, pues iba camino de 7 años más de existencia. No sin lucha. Eso nunca. Ahora ha mirado a los ojos al linfoma más agresivo posible y no se ha rendido, sólo pasó al descanso cuando ese organismo que llevaba décadas encadenando averías ya no le respondió más… pero aún en ese momento ella seguía intentándolo, acelerando. 


Me vais a permitir que haga una pequeña semblanza de Pepi con cuatro letras. Y me vais a perdonar si alguna está un poco forzada. Esta intervención llevo preparándola meses. La hemos visto muy malita varias veces y en cada ocasión yo pensaba qué querría decir para despedirla, para homenajearla como se merece. Ahora no sé ni siquiera si voy a poder acabar de hablar, pero voy a intentarlo porque lo merece. 


Es fácil, muy fácil, pero os voy a proponer un juego: que os quedéis con las letras


LA PRIMERA LETRA QUE VOY A USAR ES LA A

LA A DE AYUDA


La A de estar SIEMPRE DISPUESTA. La A de cuando necesites algo yo estaré ahí. La A de aunque no lo hayas pedido, si yo creo que necesitas algo yo estaré ahí. La A de AYUDAR SIEMPRE A LOS DEMÁS. La A de actuar siempre por AMOR hacia quienes le rodean, buscando su bienestar.


Como aquel día que yo estaba enfermo, creo que con una gripe. Eran tiempos en los que internet acababa de echar a andar. Teníamos un cable de nosecuantos metros para conectar el módem del ordenador con el teléfono de casa, que estaba en la planta de abajo. 


Y el ordenador… me lo había comprado hacía unos meses al empezar la universidad. Yo tenía que hacer un trabajo súper urgente, bueno, más que urgente de esos que has dejado para última hora. De esos que el profesor no te va a aceptar el “he estado enfermo”. De esos que si no entregas, la lías parda. 


Había pedido un paracetamol para “doparme” y poder hacer el trabajo el sábado por la noche. Cuando la pastilla hizo sus efectos, ahí que me fui yo a darle a la tecla. Y EL TECLADO NO IBA. Para ser más exactos, tenía vida propia: teclas que no respondían, otras que sí, comandos que hacían lo contrario de lo que yo estaba intentando ejecutar…

Y entonces me di cuenta de que el aparato estaba húmedo y reluciente. Le pregunté si había hecho algo y me respondió: 


LO TENÍAS HECHO UN ASCO, LO HE ROCIADO CON CRISTASOL Y LO HE LIMPIADO. ¡QUE ERES UN GUARRO!


Me trajeron otro teclado y acabé el trabajo, Creo que incluso escribió ella, que fue a clases de mecanografía e iba mucho más rápido que yo.


Mi madre nunca le negó la ayuda a nadie. A los más cercanos o a quien se lo pidiera


V DE VOLUNTAD


V que también de Vendetta, como la novela gráfica. Venganza contra el NO PUEDO. Odio eterno a los imposibles. Cuando a ella le daban una mala noticia médica, lloraba y a la media hora estaba mentalizada para afrontar la lucha.


Cuando era pequeño vivíamos con lo justo y menos. Mi padre contaba el otro día que vendían lejía por las casas para completar algo parecido a un sueldo, y que ella me llevaba en el carrito porque, ¿con quién iba a dejar a un niño?


Cuando se hartó de malvivir pidió ayuda a la familia y, sin experiencia alguna, se metió en un herbolario y lo sacó adelante. Estudió decenas de cursos para aconsejar sobre terapias naturales, se tituló como esteticista e hizo cientos de tratamientos. Llevaba la compra a los clientes a casa si no les daba tiempo a llegar en horario comercial y, con la hepatitis declarándole la guerra, empezó la tienda virtual por internet que llegó a estar en línea


V de Voluntad porque cuando le hicieron el trasplante de hígado decidió que quería hacer todo lo que la enfermedad le había negado durante años. 


Fue entonces cuando a mi cuñado Juan Marcos y a mí nos dio por correr. Cuando ella vio que en las comidas de los sábados hablábamos de carreritas, de ritmos, de series, de a cuánto nos salía el kilómetro, de relojes inteligentes, de zapatillas… ¡ QUE PESADOS SOMOS LOS CORREDORES!... ella escuchó hasta que dijo:


YO TAMBIÉN VOY A CORRER


Y corrió. Se lo planteó y corrió. Y tuvo sus camisetas, sus relojes inteligentes, sus zapatillas, sus planes de entrenamiento con seis días de actividad a la semana. Y mi padre preocupándose porque decía que eso era poner el cuerpo al límite.


ELLA ME DECÍA: A VECES ME DUELE AQUÍ CUANDO ACABO, PERO NO SE LO VAYAS A DECIR QUE ES UN PESADO Y ME DA LA VARA


Hace unos meses hicimos la carrera de San Marcelino. Cuando acabó, camino del coche me dijo: “No me ha salido bien”. “Mamá, vienes de pegarte un pedazo de viaje con papá y tus amigas por La Rioja y Vigo. Normal, ya mejorarás”.

Fue su última carrera. Días después estaba ingresada por el linfoma contra el que ha luchado ocho meses.


Pero aquel día tuvo VOLUNTAD una vez más: como cuando aprendió a hacer las tortitas de Úbeda, su querido pueblo, casi mejor que en horno de allá.


Nos ha dado un ejemplo de energía, de fuerza, de perseverancia, de ilusión.


AHORA LA COSA SE PONE MÁS DIFÍCIL. PERDONAD SI ME EXTIENDO DEMASIADO


LLEGAMOS A LA I DE IDENTIDAD


I DE IDENTIDAD QUE DEBERÍA SER DE FAMILIA, QUE TIENE DOS IES. 


Pero usamos la I porque en este juego mando yo


Su núcleo duro ha sido la familia. Su marido y sus dos hijos. Un día, no hace mucho, ella me dijo: “Yo sigo con esto por vosotros”


No soportaba que discutiéramos. Si me enfadaba con mi padre, cosa que a veces ha sido demasiado frecuente, simplemente porque chocamos en caracteres (o en definitiva somos demasiado parecidos, y ya sabéis lo de los polos de la electricidad…), al rato de irme al trabajo o donde fuera tenía un mensaje suyo:


“Tienes que llevarte mejor con tu padre”


Si mi hermana y yo acabábamos a gritos, no finalizaba el día sin que nos juntase a hablar


Y si discutías con ella, no pasaban más de 5 horas sin que te llamase para hablar. 


A veces era agotadora porque tu hasta te habías olvidado de qué había pasado… pero ella tenía que ponerle pegamento, silicona… sellar la mínima grieta que ella pudiese adivinar en su núcleo duro.


I de identidad con la familia por encima de todo. Pero I de identidad en el equipo de running, el NLTT donde todos, absolutamente todos los que la habéis conocido de cerca me habéis enviado un mensaje estas horas diciéndome el ejemplo que era, la lección de fuerza, energía, felicidad…


QUE ELLA SOLA SE HUBIERA CARGADO A LEÓNIDAS Y A LOS 300 ESPARTANOS SI HUBIERA SIDO NECESARIO.


Identidad con lo que se centrara y claro, identidad con otra I, identificada al 100% con su iglesia.


Y LLEGAMOS A LA D DE DIOS


Para ella nada tenía razón sin Dios. “Si Dios quiere” no ha sido una frase hecha para mi madre, sino un mantra. 


Dijo SI DIOS QUIERE a cada palo que le dio la enfermedad. Confianza ciega en DIOS pasase lo que pasase. Si ocurría era porque lo había decidido así. Sin buscar explicaciones de habría pasado esto o lo otro. No. Un día lo entenderé. Se ha ido de este mundo sin comprender nada, ni al mundo ni muchas decisiones de Dios, pero sí aceptándolas y con la confianza de que un día recibirá su explicación.




Vio en Dios alguien que ayuda, en quien apoyarse, cuyo amor era infinito porque “dio a su hijo unigénito para que quien crea en el no se pierda más tenga vida eterna” (Juan 3:16)


Vio en Dios esa fuente de voluntad, de perseverancia, de no rendirse jamás. Y que cuando te rindes, si le pedía ayuda a ella le daba fuerzas para seguir adelante


Vio en Dios esa identidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Familia. Núcleo duro. La que ella también formó. Mis tíos, primos… Las subfamilias que fue eligiendo: Manolita y Segundo, amigos del running, nuestros amigos llegaron a ser parte de su familia… por supuesto Reina y Juan y toda su familia, Julián y Esperanza y toda su familia…


Vio en Dios la solución a una existencia DIFÍCIL


VIO EN DIOS VIDA, QUE COMO HABRÉIS ADIVINADO ES LA PALABRA QUE FORMAN LAS LETRAS DE LAS QUE HE HABLADO


Ella descubrió esta promesa y, en tiempos en que los tatuajes estaban más que mal vistos, se la tatuó en la mente: 


“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”

(2 Timoteo 4;7-8)


Ella ha peleado la buena batalla y ha acabado su carrera. Ha llegado a la meta victoriosa. 

¿Sabéis? No puedo demostrar que lo que ella creyó sea cierto, pero sí he visto que la hizo más feliz en una existencia difícil


Y toda esa fortaleza no puede venir de la nada, así que yo elijo creer. Y si no acabase cumpliéndose, como ella, no habré perdido nada. 


Mi padre ha dicho estos días que no sabemos cuando, pero tenemos una cita con ella. 


Mamá, nos veremos junto al río…


Y LLENOS DE VIDA