jueves, 8 de julio de 2010

El poder unificador del fútbol

Han tenido que pasar muchos años, siglos diría yo, para que este país, o estado, o como diablos queramos llamarlo, proclame al unísono su orgullo de ser español. A regañadientes o a voz en grito, no creo que haya nadie que deje de sacar pecho. Así ha ocurrido, como por arte de magia, cuando un señor de negro ha accionado tres veces su silbato.
'Visca España'. Lo he leído esta misma noche en la web del periódico 'As'. Acertado, conciliador y definitorio. El titular no podía estar mejor manejado. Esta mañana, un compañero de trabajo me comentaba que le gusta más ver el fútbol de selecciones que el de clubes.
Hasta ahora, yo siempre he definido que prefería ver al Barça ganar la Champions o al Levante ascender a Primera. Quizás siga siendo así, pero he de reconocer que disfruto viendo a la roja. Y cada día me gusta más ver a futbolistas que se baten para defender los colores de su selección y no por los euros que les da el club que les paga.
Casillas y Ramos dejan de ser los enemigos de los culés para convertirse en dos héroes más. Lo mismo ocurre con los Xavi, Iniesta, Busi o Puyol en el caso de los madridistas. Si el término compatriota te suena épocas rancias y peores, llámalo compañero de ilusiones. Después de este Mundial, seguiré autoproclamándome valenciano. Pero ahora entiendo lo que siente media Europa y toda América cuando ven salir al campo a un equipo que tienen como suyo, un combinado que reune lo mejor de cada casa.
Jamás he querido mezclar el deporte con el fútbol y hoy tampoco lo voy a hacer. Mi reflexión va a un hecho palpable: algo llamado España ha sido capaz de unirnos a todos durante un mes. Sin más consideraciones. Sin rencores ni reticencias. Con normalidad. Disfrutando de unos chavales que hablan el mismo idioma y que son los mejores del mundo en su profesión. Como cuando vemos a Nadal, a Contador o a Alonso. Por mucho que a algunos les pese, el deporte es cultura. Un hecho sociológico que ha paralizado la vida en más de 500.000 kilómetros cuadrados y ha generado una ilusión entre todos los castellano hablantes de la Península Ibérica.

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