martes, 29 de junio de 2010

El arcaico jefe del fútbol

Ha tenido que liarse parda en un Mundial, con millones de espectadores a través de las televisiones de todo el planeta, para que el señor Joseph Blatter se baje del burro. El presidente de la FIFA se negaba a usar las nuevas tecnologías en el balompié. Alegaba que el juego perdería esencia, ritmo y no se qué otras excusas de mal pagador.
Blatter ha puesto cara de circunstancias para pedir perdón a los mexicanos y, sobre todo, a los inventores del fútbol. Si todo se hubiera quedado en el atraco a los americanos, aquí no habría pasado nada. Pero es que el árbitro del Inglaterra-Alemania la lió parda. No dio un golazo de Lampard, uno de los mejores futbolistas del mundo, dejó fuera del torneo de Sudáfrica al laureado Fabio Capello y echó al país de la Premier, una de las tres mejores ligas del planeta.
Palabras mayoires. Posiblemente el ínclito Jorge Larrionda no pite más partidos en el Mundial. Roberto Rossetti, italiano con mayor peso, también debería hacer las maletas tras el clamoroso fuera de juego de Tévez.
Para empezar, los colegiados deberían ofrecer ruedas de prensa para dar explicaciones. Pero lo que resulta inaudito es que una acción que se ve en los marcadores del estadio y que al segundo está colgada en miles de webs en todos los idiomas, no pueda servir para que estos señores necesitados de gafas o de vergüenza rectifiquen en el momento.
Blatter ha admitido esta mañana que habrá que reabrir el debate de la tecnología. Supongo que habrá visto peligrar su silla si no lo hacía. En las federaciones funcionan así: los mandamases reaccionan cuando vislumbran la guillotina camino de su trono. Pero rápidamente, el presidente de la FIFA ha advertido del riesgo de que al consultar las acciones polémicas se rompa el ritmo de juego.
El ojo de halcón está implantado en los torneos más importantes de tenis sobre pista rápida. En EEUU, donde están, aunque me duela, más avanzados, usan el vídeo para determinadas acciones de baloncesto y fútbol americano. Bastaría, como en los tres casos citados, con colocar una limitación al entrenador. Por ejemplo, un error por tiempo al consultar una jugada.
Así se evitarían portadas, enfados, tensiones... Si el fútbol levanta pasiones y es un negocio que mueve cientos de millones de euros, las ilusiones y las opciones de los equipos no pueden estar en manos de la decisión de un señor. Un error puede suponer ganancias o pérdidas incalculables. Claro está, desde el momento que se implanten las nuevas tecnologías, será más complicado que los más poderosos reciban sus habituales y sospechosas ayuditas. Igual es a esto a lo que se resisten algunos de los que mandan, aunque sea desde la segunda línea, en el fútbol.

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