jueves, 16 de septiembre de 2010

Primera mirada hacia el Mandor

Esta noche me asomo por primera vez al Mandor. Lo dice alguien que lleva más de un año asegurando que escribe con vistas a ese barranco de L'Eliana. Eran miradas esporádicas, casi imaginarias. Desde hace tres días, mi salón está iluminado y hoy por fin, me he animado a escribir. Lo hago dopado con un Frenadol. Espero no quedarme dormido encima del teclado, como consecuencia de mi primer gripazo de casado.
Como no podía ser de otra manera, esta primera vista al Mandor debe rememorar el día más feliz de mi vida, el 12 de septiembre de 2010. Mi madre intentó hacerme llorar sobre las 6 de la madrugada, horas intempestivas para ser un domingo. "Venga, que es la última vez que te despierto. Sabes que aunque te cases, esta siempre será tu casa".
Quedaban seis horas para mi boda. No remoloneo, como es mi costumbre. Me levanto decidido, me voy a la ducha y me visto con una camiseta y pantalón corto. Tocaba sesión de peluquería. Rafa, nuestro estilista, hace bromas, empleando para ello un bote de laca, sobre el tamaño de determinado pene. Luego recrimina a Pilar que haya venido de Vigo desprovista de un buen cargamento de marisco. La madrugada se convierte en mañana y yo voy a por el desayuno, a lavar el coche de mis padres e intento adornarlo.
Y entonces me doy cuenta de lo molesta que puede ser una carrera popular por los alrededores del cementerio. "Necesito pasar a una floristería, es que me caso en poco más de dos horas". El policía local no atiende a razones y me toca regresar a la peluquería sin completar la misión. Mi hermana, la sobrina de Rafa y Pilar la retoman, mientras el estilista me repeina, engomina y llena de laca mi melena.
Casi a las 10.30 horas, y después de que mi hermana volase sobre la carretera, llegamos a casa de mis padres. Allí estaba la familia de Toledo, a la que apenas saludo. Espero que me disculpen. Me visto y me someto a una sesión de fotos, espero que quede bien el álbum. Sobre las 11.10 ya estoy urgiendo al fotógrafo y a mi padre. "No se te ocurra conducir a 80, como siempre que tenemos prisa".
Viajamos a Valencia al ritmo del disco '40 de abril' de los Celtas Cortos. Suena dos veces el 'Tú eres mejor', la canción que horas después dedicaría a mis invitados. Fue el último entresijo de mi boda, porque el resto ha tenido ya decenas de testigos, entre los que fueron a la iglesia adventista de Valencia Vives y los que siguieron la ceremonia por internet. Otro día, en siguientes vistas al Mandor, valoraré esa jornada memorable. Sólo queda algo que no fue público en ese 12 de septiembre: lo que sucedió en la habitación 207 de La Calderona. Como puede imaginar el visitante a este blog, hasta aquí podemos leer.

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