Lo reconozco.
Escribo este post porque ya me había comprometido a ello. Quería
rajar del Halloween en los días previos a que llegase lo que para mí
es un despropósito. He fracasado. Los días de trabajo y otras
obligaciones han hecho que los fantasmas y las brujas se me hayan
aparecido de repente. Esta mañana me desperté con el Facebook
disfrazado de niños disfrazados de seres tenebrosos. Eran los hijos
y sobrinos de muchos de mis amigos.
No me voy a extender
demasiado. No son horas y, total, no creo que vaya a conseguir nada.
No tenemos remedio. Desde ‘Bienvenido Mr. Marshall’ hasta la
fecha, los yankees han tenido la habilidad de hipnotizarnos con
cualquier péndulo que nos pongan delante. Hemos adoptado como
nuestra una de las fiestas de los mismos que han sido capaces de
mezclar las Fallas con la Semana Santa. Llevamos unos años en los
que, sin saber por qué, celebramos Halloween. Nos disfrazamos,
salimos de fiesta o quedamos a cenar para conmemorar algo que no
sabemos ni qué significa.
He pasado los
últimos días reflexionando sobre ello y lo que más me indigna es
que el maldito Halloween coincide con el Día de Todos los Santos y
en la víspera del Día de los Difuntos. Soy cristiano, pero no
católico y nunca he tenido esa costumbre tan católica de ir al
cementerio el 1 de noviembre. Sí me acerco de vez en cuando a pensar
frente a la lápida de mi abuelo. Y, la verdad, veo más saludable
acordarnos de la gente que nos ha cuidado y querido, pero que ya no
están, que disfrazarnos de bruja, fantasma o zombie.
Si de lo que se
trata es de parecernos cada vez más a los estadounidenses, dentro de
nada tenemos una nueva oportunidad. Se acerca el Día de Acción de
Gracias. ¡Qué tiemblen los pavos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario