Noelia no es mi
amiga. Noelia no es, ni siquiera, ya una conocida. Lo fue, pero casi
en otra vida. En la que es sueño, en aquella en la que tu única
preocupación es la de si marcarás un gol en el recreo o si te
gustará lo que cocinen en casa para cenar. Noelia tampoco fue un
amor platónico ni adolescente. Pero por algo simple y sencillo, el
sábado 27 de abril me acordé de Noelia.
Busqué a Noelia en
Facebook. No diré aquí ni los apellidos ni el lugar de residencia
de Noelia. Porque Noelia no es ni un antiguo amor, ni una amiga, ni
siquiera una conocida. Pero ahí estaba Noelia, con una foto de
perfil en la que aparecía una niña. No sé si su hija, su sobrina…
porque ya sabéis: Noelia… bueno, no lo voy a repetir más.
¿Y qué diablos
hizo que me acordase de Noelia? Será cosa de la recién estrenada
cuarentena, pero me he vuelto un poco más nostálgico. Y me acordé
de nuestros años mozos, los de Noelia y los míos, en que cumplíamos
años en días consecutivos: yo el 26 de abril y ella, el 27. En
aquella época de la EGB, en que los padres no se gastaban auténticas
fortunas en parques de bolas, las celebraciones de cumpleaños se
limitaban a una canción y al reparto de una bolsita chucherías
antes de salir de clase. Noelia y yo fuimos compañeros hasta el
instituto, así que a finales de abril en nuestra aula había dos
días seguidos de golosinas gratis para todos.
Lo último que
recuerdo de ella fue una sonrisa mirando a los ojos, ya algo más
mayores, dándome las gracias por felicitarla un 27 de abril. En el
instituto, cuando ya no se repartían caramelos y, en una época sin
redes sociales, saberte el cumpleaños de alguien requería amistad o
una historia de complicidad como la nuestra. Pero Noelia se marchó.
Se bajó de mi tren, o yo del suyo, o simplemente éramos viajeros
que nada tenían que ver y coincidimos un rato en el mismo vagón.
Metáforas aparte,
me acordé de Noelia en plena reflexión sobre la vida. Ayudó la
fiesta que me preparó Maggie, ella sí, mi compañera de viaje. De
mi familia, la que más merito tiene porque no ‘le he tocado’ -mi
hermana, mis padres, mis cuñados, , mis tíos, mis primos, mis
sobrinos, mis suegros…- , sino que me ha elegido. No voy a nombrar
uno por uno a quienes vinieron por si olvido a alguien y por si
alguien que no estuvo desearía haber estado.
He querido escribir
esta entrada para agradecer que no instistiéseis en que hablase. Y
para decir lo que tenía pensado, que mejor así porque igual en el
momento se me habría quebrado la voz… Sólo deciros que os quiero
a todos en mi tren. Que en esa cena había gente que lleva 40 años y
otros que han entrado en el vagón hace poco tiempo, pero que me
siento afortunado de que cada uno forméis parte de mi vida. Y que
sólo espero que sigáis acompañándome en el viaje durante las
próximas cuatro décadas. A los que estuvisteis y a los que os
habría gustado estar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario