martes, 18 de mayo de 2010

Estrés

Tarde o temprano llega. Por problemas familiares. Por trabajo, estudios... Decepciones sentimentales o de alguien a quien aprecias. Todo junto. Lo notas porque te embarga. Respiras y lo sabes porque sigues vivo, pero tienes la sensación de que el aire no te llega al pecho. Sientes que te ahogas pero no pierdes el sentido.
¿Natural? ¿Cuestión de la edad y de las responsabilidades? Puede ser. Otro día hablaré de ello, pero es uno de los indicadores más de que han pasado los años. Empiezas a hablar del sofá de casa y no del partido de anoche. Te planteas el futuro por cuándo piensas tener un hijo y no por decidir dónde pasarás las vacaciones de verano.
Mi abuelo se hizo mayor antes de tiempo. Cuidó rebaños y recolectó millares de almendras. Mi padre no deja de vender productos naturales envasados. Mi móvil suena unas diez veces al día y dejo a diario decenas de cosas más o menos importantes por hacer.
Me estoy haciendo mayor, por mucho que los que han pasado los 40 insistan en que soy un chaval. Eso les digo yo a los becarios que llegan cada verano al periódico, cada vez con menos ilusión y ganas de trabajar. Me caso en unos meses y todavía debo montar la casa entre algunos otros detalles. Además tengo que currar bastantes horas a diario y convencer a mi compañera de viaje de esto es necesario.
Todos los días sufro esa sensación que describía al principio. A veces temo que un año de estos, esa sensación de agobio vaya a mayores. No quiero cuidar ovejas ni recoger almendras. Preferiría no vender tisanas. Reconozco que la generación del siglo XXI, los mileuristas con aires de alta burguesía, hemos creado una sociedad que ahora amenaza con engullirnos.
No va a ser el cáncer ni el sida. Los accidentes de tráfico o las guerras. El estrés es la enfermedad más letal a la que nos enfrentamos los hombres y mujeres que ya avanzamos hacia la mediana edad. Los síntomas son claros pero resulta incurable. No tenemos el antídoto, más que nada porque no queremos encontrarlo. Como excusa, decimos que carecemos de tiempo.

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