Hace unos días,
casi me desperté con un vídeo que me hizo sentir un escalofrío.
Era uno de esos vídeos que se hacen virales, que tienen miles de
visualizaciones y cientos de comentarios. Lo había enlazado alguien
que decía: “Por favor, orad por Jonathan”. Aparecía un niño
sin pelo, con unos electrodos en el pecho tumbado en una cama. El
niño lloraba de forma desconsolada. Suplicaba que acabase aquel
tormento. Me sobrecogió ver a ese niño sufrir lo que no debería
sufrir ninguna persona, pero mucho menos un niño. “Por favor, orad
por Jonathan que está luchando contra el cáncer”.
Como Adrián, a
quien esta semana los medios de comunicación hemos bautizado como el
‘niño torero’. Adrián tiene más o menos la edad de Jonathan e
imagino que habrá sufrido instantes de sufrimiento como él durante
su tratamiento. Adrián cometió el ‘pecado’ de recibir un
homenaje durante una corrida de toros. Su penitencia fue que alguien
que dice defender la vida de los animales le desease la muerte.
Sentí repugnancia
al leer aquel tuit que desde luego no voy a reproducir en mi blog.
Quienes me conocen saben que soy antitaurino confeso. Me entristece
ver cómo se tortura un animal y se le da una muerte atroz sólo por
diversión. Me niego a aceptar la denominación de ‘fiesta
nacional’ para la tauromaquia. Deseo que algún día dejen de
celebrarse corridas de toros. Pero de ahí a desear la muerte de un
niño enfermo, va un mundo. Una persona capaz de escribir eso no nos
representa a los que amamos a los animales y defendemos la vida de
cualquier ser, incluidos lógicamente los humanos.
Adrián, tú no vas
a morir. Espero que tú y Jonathan tengáis pronto algo más en común
que haber luchado contra el cáncer: que lo hayáis superado. Adrián,
deseo con todas mis fuerzas que superes esa maldita enfermedad y que
ames tanto la vida que de mayor no quieras ser torero. Me encantaría
que fueras un gran médico que ayude a mucha gente a vencer al
cáncer. O un maestro que eduque a futuras generaciones, o un gran
empresario que dé trabajo a muchas personas, o lo que tú quieras.
Pero si pese a todo decides ser torero lo respetaré y, si
coincidimos y se da la situación, estaré encantado de debatir
contigo sobre por qué rechazo lo que a ti tanto te apasiona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario