La era de la
conectividad nos permite saber qué es casi cualquier cosa en unos
segundos. Los que tardamos en teclear a golpe de pulgar en nuestro
teléfono móvil. En aquella mañana lluviosa se nos planteó una
duda: ¿Qué era eso de Chau Mei? Con una sonrisa, en cuanto
aparcamos y nos pusimos a salvo del aguacero, saqué del bolsillo mi
iPhone y rastreé. ‘Chau Mei no es nada’, me dijo el sabelotodo
Google. A cambio me ofrecía centenares de entradas sobre el ‘Chou
Mei’.
El chau mei es uno
de esos platos que tanto agradan a mis amigos defensores de la comida
oriental. Si buscas en internet se encuentran recetas de chou mei con
vegetales, pollo o frutos del mar, eufemismo empleado para referirse
al surtido de mariscos. Hay blogs, como este o con muchas más
visitas, que detallan cómo elaborarlo en casa y trucos para servirlo
como si fuera un plato de restaurante. Se pueden hallar hasta
consejos sobre qué fideos elegir.
Porque, cierto, he
dado por supuesto que todos sabéis que el chow mei es pasta china,
con su salsa característica muy sabrosa pero que no sabes qué
lleva, mezclada con cosas. Vamos la variante oriental de la pasta
italiana o de los espaguetis con tomate y queso de toda la vida. Yo
particularmente me quedo con cualquiera de estas dos opciones. La de
cocer pasta en cinco minutos y mezclarla con salsa en brick es una de
las soluciones de emergencia que uso muchas veces cuando voy con el
tiempo justo para llegar a la hora convenida al trabajo.
Me gustan más mis
espaguetis de emergencia que el chou mei, que he degustado cuando a
regañadientes me han arrastrado a algún restaurante chino. Cada uno
tiene sus gustos y entre los míos no está la cocina oriental. Por
ejemplo, mi hermana antes se declaraba odiadora -hater le llaman
ahora en la era global- de la paella, aunque creo que últimamente ha
claudicado ante la evidencia de que ese plato valenciano -sí,
valenciano y no el arroz con cosas que preparan en otros sitios- es
una delicia. Ella y mi cuñado condenarían a la extinción las
alcachofas, cuando yo las tengo por un tesoro. Por contra, yo me
niego a devorar cualquier ser vivo con ojos. Me encantan las pizzas,
mientras mi mujer sólo se lanzaría a por una tras varios días de
diáspora por el Sahara.
Pero volvamos al
principio, porque con tanta disertación casi había olvidado por qué
me he puesto a escribir sobre el ‘chou mei’. No, desde luego era
impensable que en Burriana algún alcalde hubiese tenido la genial
idea de rotular una de sus principales calles con el nombre de un
plato chino. Para eso, mejor llamarla avenida del ‘esmorsaret’ o
de la paella. Tras un instante de duda, y después de constatarlo en
la placa de la primera bocacalle, mi copiloto y yo nos echamos a
reír. ‘Avenida Jaume I’. No íbamos a pedir que la voz
artificial de Google Maps supiese quién es uno de los personajes más
importantes de la historia de la Comunitat Valenciana. Tampoco
podemos exigírselo al programador de la aplicación, que seguramente
vive muy lejos del Mediterráneo y puede que coma mucho chou mei.
Cosas de la era de la conectividad y la globalización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario