viernes, 12 de marzo de 2010

Oro que arde, joyas de cartón piedra

No voy a hablar del petróleo, ese oro negro que arde y que literalmente mueve el planeta. Me refiero al material precioso que en estos días es trasladado por mi ciudad a bordo de enormes camiones que no necesitan escolta. No hay peligro de que ninguna banda de forajidos los asalte, a pesar de que transportan su tesoro a la vista de cualquiera y a plena luz del día.
Pasados los 30, sigue corriéndome un hormigueo por todo el cuerpo cada vez que llega el 1 de marzo. Observo desde la lejanía, sin inmiscuirme más de lo necesario en ese mundillo, los preparativos para las Fallas de ese año. Empiezo a preguntarme cómo será el monumento de la plaza del Ayuntamiento, o si las comisiones tradicionales (No Jordana, Convento de Jerusalén, El Pilar, Plaza de la Merced, o alguna más) rompen por fin la tiránica hegemonía de Nou Campanar. Este año, según parece, lo volverán a tener complicado porque la agrupación invicta cuenta con el coloso de cartón piedra más alto de la historia.
Veremos. Por ahora, degusto los preparativos. El trasiego de camiones por la ciudad trasladando muñecos medio tapados con plásticos. El montaje de esas churrerías que te sacan el hígado pero que desprenden un olorcillo ante el cual resulta imposible no volver a caer. El sonido casi melódico de los petardos aislados, que conforme avance el día de la cremà es menos espaciado.
Me gusta. Aunque me toque los... esas calles cortadas para albergar una carpa o no encontrar aparcamiento en 30 minutos. A pesar de los niñatos disfrazados de macarras (algunos de corta edad) se crean los amos de la calle, me siento más valenciano cuando llegan las Fallas.
Me enorgulleció ver esta semana a un japonés embelesado en el montaje del ninot principal de Convento de Jerusalén. El hombre miraba con evidente sorpresa el complicado entramado, con grúa y todo, organizado para colocar una escultura en plena calle. Si no lo sabe ya, el extranjero no saldrá de su asombro cuando le digan que ese monumento será en pocos días pasto de las llamas. Y el día 19... flipará.
Por eso las Fallas son únicas. Porque la gente de fuera no acierta a comprender cómo somos capaces de quemar en media hora el trabajo y el arte de todo un año. Hay una razón de peso: porque para guardar todos los monumentos necesitaríamos despoblar Paterna y Torrent, las ciudades más grandes de los alrededores de Valencia, y aún nos quedaríamos cortos. Pero la verdadera explicación reside en que sin fuego, las Fallas no serían Fallas.
Eso las ha curtido, las ha hecho grandes. Un signo de identidad para todos los valencianos, excepto para cuatro gilipollas que las critican ensalzando sus efectos secundarios, agrandados por el hecho de que los padecemos todos los años. Para los visitantes, el olor a fritanga de las churrerías es aroma a buñuelos recién hechos; los petardos no suponen una molestia sino un divertido susto que no sabes cuándo va a llegar; y los problemas de aparcamiento no importan porque van a disfrutar de la fiesta.
Me entristece cada vez que un valenciano critica las Fallas porque está echando por tierra una pequeña parte de mí, de cómo pienso, de cómo me divierto y del lugar de donde vengo. Pero sobre todo porque este mundillo, tan molesto para los ciudadanos durante medio mes, da de comer a miles de familias.
Cientos de personas trabajan en empresas relacionadas con el turismo, desde bares a hoteles, agencias de viajes o guías para visitantes. Eso sin contar a los de las churrerías, los artistas falleros (que sin duda son auténticos genios), las pirotecnias, las firmas de iluminación... con la crisis que nos atenaza, las Fallas conforman una maquinaria generadora de riqueza. Un monstruo arraigado en la sociedad valenciana, un signo de mi identidad de la que, desde luego, me sentiré muy orgulloso durante toda mi vida.

1 comentario:

  1. has leido mi pensamiento o es que lo llevamos tan dentro que no podemos callar ante este hecho maravilloso? Mosh, te entiendo, te comprendo y te invito a que pases por mi blog, que he escrito sobre lo mismo en apenas unas horas... un abrazo chavalote, difrutemos las fallas como se merece, con mucha traca!

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