viernes, 18 de junio de 2010

Lecciones a pie de césped

Todos mis temores se cumplieron cuando salté al césped. Con ropa de pádel y botas prestadas de fútbol, ayer di un paupérrimo espectáculo y aprendí que cada arte o profesión resultan tan complejo que lo difícil es saltar la barrera desde donde lo vemos. "La próxima vez que tenga que criticaros me lo pensaré", le mentí a Pau Cendrós, lateral del Levante, un tío grande. "¡Ahí, ahí!", respondió el chaval.
No sé cuántos minutos fueron, pero se me hicieron eternos. Vi pasar como un avión al míster Luis García, al director deportivo Manolo Salvador. Algunos de mis compañeros de otros medios se defendieron, incluso ofrecieron destellos de calidad. A mi me superó una situación que me enseñó al valorar más el trabajo de los profesionales del balón.
Táctica, preparación física, técnica innata y depurada... son vectores que pulen al futbolista. Nosotros, los periodistas, escribimos con menos acierto, pero debemos humanizar nuestras opiniones y animar a lo mismo a nuestras audiencias. Semanas atrás escuchaba a Pep Guardiola decir que él no tiene ningún caradura en su plantilla. Justificaba así a los hombres que han realizado una mala temporada. Los entrenadores cada vez tienen esto más en cuenta. A fin de cuentas, forman parte de un negocio insostenible si sólo hacen fuerza las estrellas tipo Messi o Cristiano.
Veo el fútbol como un arte. Los pintores logran el aplauso de su público modelando sobre un papel una pasta grasienta con un palo en el que hay pegado un matojo de pelo. Los jugadores elaboran trazos imaginarios cerca o a ras de césped a base de patadas a un trozo de cuero, usando para ello unos zapatos con trozos de goma o cuero en la suela. Si creéis que esto no tiene mérito, intentadlo.
Como en otros artes, algunos crean verdaderas obras de arte, otros se defienden... y algunos sólo pueden admirar lo que otros elaboran. Incluso esto, la capacidad de valorar, tiene su dificultad. Trato de convencerme de esto para justificar mi próxima crónica después del papelón que hice ayer en Orriols. Por suerte hay un verano de por medio.
Como sobre el césped soy el más torpe de los tuercebotas, regresaré a la grada e intentaré escribir con cordura. No diré lo contrario si alguien juega mal. Seamos sensatos: como profesional, debe aceptar las críticas con un afán de mejorar de igual manera que yo he de hacerlo si un lector asegura que una crónica mía es un bodrio.
Y después de la disertación, me quedo con el rato de ayer en el que los empleados del Levante y los periodistas fuimos por unas horas una sola familia. Pachanga y comida. Jugar contra el míster, el director deportivo, el preparador físico o el presidente no tiene precio. Hay decenas de anécdotas, pero permitidme que queden en el recuerdo. Sólo apunto que cuanto más veas el fútbol más grande te parece y más te engancha... como cualquier arte.

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