sábado, 8 de agosto de 2009

La baraja de la vida

Estoy en ese momento de la siesta que distingue al perezoso del que aprovecha la tarde veraniega del sábado. Quizás merecería la pena estar retozando en el catre, sudoroso y repugnante pero sin ser tan consciente de los sinsabores del extremo calor de agosto... mejor me iré a la piscina en un rato. Antes intentaré escribiros sobre naipes y otros asuntos, a modo de terapia tras el varapalo brisquero sufrido esta madrugada.
Una mala gestión de las buenas cartas, ese juego ganador que brilló por su ausencia o las bazas que llegan mal repartidas. Añades a este cóctel una pizquita de mala de suerte a modo de punto de sal, y te sale un delicioso desastre de timba.
No me lo creía. Después de ese 61-59 me entró la mala gaita hasta que pensé en ella. Alta rubia, carita de diosa, curvas de vértigo, ropita blanca y ajustada. Sí, hablo de una mujer... ¡y qué mujer! Todo un objeto de deseo, la típica piva a la que todo el mundo entra en las discotecas mientras ella elige pacientemente a quién se va a tirar esa noche. Mientras tanto, permite que el resto de pagafantas circunstanciales (palabra muy de moda) la pongan a tono a base de sorbos y cubatas enteros gratis.
La chica de blanco tiene mimbres de carne capaces de hipnotizar al hijo de papá podrido de dinero. Está tan buena que puede pillar por los huevos a cualquiera de esos aprendices de ejecutivo y, sin aflojar hasta el altar, convertirse en una señora con chalé y servicio en Campolivar y vacaciones de verano en Xàbia. Su máxima preocupación será jugar al pádel, almorzar y estar bien guapa para hacer volar a su maridito entre sábanas de seda... si es que él no llega a casa agotado tras comprar una fábrica en China.
No me paré a preguntar a la chica de blanco cuál de las dos modalidades de caza prefiere. Pasé de largo porque ella no es depredador, sino presa. Lo máximo que me hubiese respondido, llamémosla Candy, es: "30 euros follar, 15 chupar". Cuando ayer pasé por su lado en esa rotonda de Albal, esa diosa que podría seducir a cualquiera me dio muchísima pena.
A mi y a mi as de oros. Los dos nos sentimos desolados al pensar que ese bombon podía estar en diez minutos aguantando que un camionero sudoroso y maloliente proyectase en su oído unos jadeos acompañados de un aliento con olor a aguardiente.
La baraja no ha sido benévola con Candy. Da igual que sea una preciosidad. La vida le ha repartido unas cartas con las que no se puede jugar, ni siquiera a base de faroles. Los naipes parecen losas, las que le caen encima cada vez que tiene que levantarse, vestirse bien ajustadita de blanco y ceñirse esas botas para ir a trabajar de puta a una mísera rotonda de acceso a la pista de Silla.
No soy el aprendiz de ejecutivo podrido de dinero, ni el tío bueno que se lleva cada viernes por la noche a la cama a la reina de la discoteca. Quizás no tenga las mejores cartas, pero con las que me han tocado puedo tratar de ganar en la partida de la vida. Apretamos nuestras manos mientras nos alejábamos de Candy sin mirar hacia atrás. Dimos las gracias al cielo por nuestra baza.

3 comentarios:

  1. Personalmente, me encanta todo lo que has escrito!! -Has vendido muy bien a Candy- La pura realidad con una pizca de reflexión...
    Supongo que la baraja de la vida es muy complicada para algunos...

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  2. La vida es una enorme baraja, para algun@s, las cartas están marcadas desde la más tierna infancia y para otr@s, el azar les ofrece refugios de tranquilidad.Sea como fuere, sigue rescantando las
    vicisitudes, gran explorador

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  3. Gracias por entrar en este espacio, 'rake'. Me gustaría saber quién eres, aunque si estás más cómodo ocultando tu identidad, eres igualmente bienvenido a este balcón 'cn vistas al Mandor'.
    PD: Gracias también a Maggie, Sáenz, Marta y Silvia por ser mis seguidores y a todos los que entrais más o menos habitualmente. Me hace mucha ilusión que este espacio sea conocido por cuanta más gente mejor. Un abrazo a todos

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