sábado, 14 de noviembre de 2009

Te echo de menos en mi nuevo camino

Hace una semana que empecé a caminar. Durante muchos años, creo que seis, anduvimos juntos. La vida y los jefes (sobre todo en el último curso) intentaron separarnos, pero les fue imposible. Ahora, por lo menos en en ámbito laboral, lo han logrado.
Ahora que hemos llegado al cruce sin retorno, en el que había que ir a derecha o izquierda, nuestro rumbo, aunque discurra en paralelo, ya se ha separado. Conservo tu sms, aquel en que me decías que te alegrabas, que necesitaba el cambio y que se te haría raro. A mi también me resulta extraño ver que vienes a saludar y que en todo el día no me has mandado una doble, ni me has orientado en un titular, ni te has levantado de repente sentenciando: "Voy a orinar".
Hoy estoy en el principio, donde siempre soñé. Cuando elegí esta profesión lo hice después de escuchar durante horas 'Carrusel Deportivo' y de leer páginas y páginas de cualquier diario deportivo, aunque fuese madridista. Dicen que la cabra tira al monte, y después de muchos años, ha sido el monte el que ha engullido a la cabra.
Tú me ayudaste a amar los pueblos, a disfrutar con cada reportaje sobre lo curioso, a tener mala gaita cuando cubriese un pleno o valorase la noticia encerrada en una nota de prensa... tú conseguiste que creyese en la información cotidiana pero peculiar a los ojos de los que viven encerrados en la vorágine de las grandes ciudades.
Creamos un castillo de arena, en el que nos sentíamos protegidos cuando algún jefe venía a tocar los cojones simplemente porque sí. Esa fortaleza se ha ido desmoronando hasta quedar prácticamente engullida por las olas del mundo globalizado, de la información importante, la que interesa, la que ocurre fuera de los pequeños pueblecitos.
Mientras tanto, te he visto pasarlo mal. Recuerdo el día que tenías toda la cabeza roja. Algo pasaba. Hacía meses, una puta enfermedad había logrado borrar tu eterna sonrisa, tu perenne buen rollo. Pero sólo con verte adiviné que estabas verdaderamente jodido. Confieso que tardé en comprenderte, tú te diste cuenta... Ahora también te doy las gracias por el último año.
Sabes de sobra que lo he pasado mal. Como a todos, la marejada económica, me ha puesto al borde de un ataque de nervios. También sabes que mi cabeza funciona más deprisa que yo mismo, y que me empeciné en defender a ultranza mi torre de la fortaleza de arena, sin pensar que el castillo ya había caído.
También te tengo que dar las gracias por ese apoyo, por aquella conversación con un café de por medio. Ahora todo ha cambiado. Me quedan los recuerdos de una etapa dorada, la satisfacción de haber conocido un periodismo diferente al del artificial mundo del deporte de élite y, sobre todo, tu amistad.
Para mi, no has sido sólo un jefe que pasaba el rodillo. Me ha gustado charrar contigo de la saga Saw y de Hostel, compartir alguna que otra Paulaner, soltar guarrerías y descojonarnos de chorradas. Aunque todo eso ya nadie nos lo puede quitar y seguro que vamos a compartir todavía muchos cafés, lamentablemente todo tiene un final.
Había que saltar de ese tren en marcha antes de que descarrilase al final de la vía cortada. No había solución. Llegamos a una encrucijada y cada uno tuvo que saltar a un expreso diferente. Buen viaje, amigo.

1 comentario:

  1. Me llenas de orgullo. El que es agradecido, sin duda es bien nacido. Firmado: Convoxo.

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