martes, 5 de mayo de 2020

Desescalada en el Mandor (II): Los test de los futbolistas

Los futbolistas son personas. Que parece obvio pero no lo es tanto. Ni por su parte, ni por la nuestra. Creo, espero, que esta crisis los ha humanizado un poco. Que ha acercado las dos realidades. Hace unos días, al inicio de la pandemia, entrevistaba a Borja Mayoral, jugador del Levante cedido por el Real Madrid. Me contaba cómo pasaba el confinamiento con su novia, sus precauciones porque es diabético y sus preocupaciones por los familiares de riesgo que residen por Madrid, el epicentro de esta crisis sanitaria.
Tuvimos una agradable conversación al final de la cual quise reconocerle el valor humano. Me había reconciliado con el ecosistema fútbol. Hace menos días me pasó lo mismo con el valenciano Raúl Albentosa, rescindido por el CSKA búlgaro. Él afirmaba que ahora los test deben dedicarse a los sanitarios y no a deportistas.
Cargar contra el fútbol ha sido lo más socorrido. Lo hemos hecho todos. Primero, la gente que está en primera línea y luego los ricachones mimados estos. Ese comentario lo hemos escuchado y, puede, hasta expresado. Con un desdén del que pasa facturas que tiene guardadas tiempo en el cajón. Días después de reflexionar, porque esta entrada la tenía en la cabeza, he concluido que el problema no reside en los deportistas. Cierto que es infame que disfruten de privilegios que no tenemos los demás, pero también hemos de mirarnos al ombligo, por si como sociedad y como individuos prestamos atención a lo realmente trascendente en nuestras vidas.
Si no a los futbolistas, las culpas de que los test no hayan llegado se las endosamos a los políticos. Y sí, son los principales culpables de que hayan llegado tarde y de que se hayan comprado miles de mascarillas defectuosas. Es impresentable que hayan tenido en las residencias conviviendo a enfermos el Covid-19 con curados y personas que no se sabía si eran lo uno, lo otro o nada de eso. Pero también debemos hacer autocrítica y no hace tanto, eran más multitudinarias las manifestaciones en favor de un club de fútbol que las que pedían la construcción de un hospital comarcal.
Y sin ir más lejos, a las 20 horas, cada día escucho menos aplausos.

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