jueves, 19 de marzo de 2020

Cuarentena en el Mandor (II): El día del padre

En casa nunca hemos sido mucho del celebrar el día del padre. Quizás porque coincide con San José y, aunque no somos falleros, siempre hemos ido a disfrutar del ambiente festivo por Valencia en esos días. Primero en familia, luego con los amigos, después igual porque tocaba trabajar... el caso es que, sí, igual algún año felicitamos a mi padre, que tampoco es muy de esas cosas, pero poco más. Mi mujer sí, y ayer, antes de cenar, me dijo con cierta tristeza: "¡Menudo día del padre!".
Y sí, es cierto. Mal día del padre porque los padres que hoy tienen a sus hijos en casa son quizás los que menos los necesitan... aunque crean lo contrario. Mis amigos con chavales que aún dependen del calor de sus alas se pasan inventando fórmulas para que los pequeños sobrelleven lo mejor que pueden esta exasperante cuarentena. Hablamos mucho de héroes y ellos, desde luego, lo son. Un buen regalo del día del padre, en su caso, sería descansar un rato de chavales en la flor de la vida y con excedente de vitalidad encerrados entre cuatro paredes.
Pero hoy, antes de centrarme un poco en lo mío, quiero acordarme de esos padres que necesitarían que sus hijos les hicieran la comida, les fuesen a comprar, les ayudasen a asearse o, sencillamente, les hicieran compañía porque se han hecho mayores y ya están solos. Y no lo tienen. Hay muchos hogares de gente que se encuentra confinada -sola en algunos casos- y que vive entre la resignación y el miedo porque se siente parte del tan mencionado 'grupo de riesgo'. O algunos que están con pavor en un hospital, sin poder coger la mano de sus hijos porque adivinan que libran una batalla a vida o muerte contra el maldito coronavirus.
Hoy quiero felicitar a mi padre, a pesar de que no le gustan las celebraciones ni los regalos. Le obsequié con una colección del 'Jabato', su héroe de la juventud, por su jubilación: desde entonces, corre al kiosko cuando cree que ha llegado alguna nueva entrega para comprarlo él y que yo no me gaste dinero. No espera un regalo ni un 'felicidades' ningún 19 de marzo. Lo que sí sigue haciendo es preocuparse por, ya no sus hijos, sino por toda su familia.
Hay veces que me desespera. Como hace un par de semanas, cuando machaconamente me repitió que no fuese a Girona a correr la primera carrera de lo que entonces iba a ser la triada final del Reto Vías Verdes. Los expertos nos decían que hiciéramos vida normal, pero él ya vio peligro en moverse alegremente en pleno desembarco del coronavirus. A veces, muchas, se pasa de prudente, pero ahora, pasados los 40, puedo decir bien alto que sé que es su forma de decir 'te quiero'. No te preocupes, a mí también me genera urticaria la corta y sencilla frase, no me explico por qué.
Dicho con toda la humildad, hoy creo que nosotros no te necesitamos. Entiéndeme bien. Nos apañamos en este confinamiento que ya querrían muchas personas, con comodidades, comida para semanas aunque no nos lo creamos y pasatiempos que no nos acabaremos, aparte del trabajo. No. Me refiero a que estás haciendo lo que necesitamos: ser tú, machacón, para que mamá, que sí es un grupo de riesgo, no se pase de atrevida y siga con disciplina la batalla contra este enemigo vil e invisible.
No soy padre. Creo que nunca lo seré. A veces os envidio. Pocas, porque no me siento capaz de tal responsabilidad. Pero sois héroes. Todos.
Feliz día del padre.

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