lunes, 23 de marzo de 2020

Cuarentena en el Mandor (VI): Mis miedos

Siempre he sido un hipocondríaco raro. He pasado años temiendo padecer tal y cual enfermedad, pero no he sido nunca de visitar a los médicos. "Verte a ti, mejor con una cerveza delante y al solecito", le dije hace unas semanas a un doctor que me cayó bien. No era al primero al que le hacía esa broma. Odio los hospitales y siento pavor ante las agujas... a decir verdad, a cualquier objeto punzante que se me acerque a menos de un metro. Hace poco concluí que no soy hipocondríaco. Tampoco le tengo miedo a mi muerte, si esta llega de una forma razonablemente rápida e indolora.
A lo que sí temo es a cómo se tomarán mis allegados mi propia muerte. Me desconsuela imaginarlos pasar un mal rato cuando, si sucede, ya no habrá nada que hacer y yo estaré en paz, sin sufrir. También me da mucho miedo que pueda pasarle algo malo a la gente que quiero. Desde el desembarco del coronavirus, trato enérgicamente a mi madre -claro factor de riesgo- para que no salga de casa salvo que esté ardiendo. Con mi hermana, que tendrá en menos de un mes a su segundo hijo y mi segundo sobrino de sangre (lo que no equivale a que quiera menos a mis dos sobrinas políticas), vivo menos preocupado, pero también respiraré cuando todo haya pasado.
Noté media sensación de alegría y de inquietud cuando a Maggie la llamaron para trabajar en la residencia esa de Torrent que sale tanto en la tele. A ella, que le brillan los ojos cada noche cuando sale al balcón a aplaudir a los sanitarios (en parte a sí misma) y que los primeros días de crisis estaba deseando que la llamasen para ayudar, no puede atacarla este hijo de puta que nos ha vuelto la vida a todos del revés. No lo merece. Por eso, mientras ella llega cada día a casa y termina con naturalidad su protocolo de desinfección, yo la chequeo (o creo que lo hago) para comprobar que está bien.
Padezco por la economía. Por los empresarios que presentan ERTES porque no pueden seguir produciendo y por la gente que perderá su trabajo, aunque sea de forma momentánea. Por quienes no regresarán y por los casos de vileza humana que seguro que hay en algunos casos.
Sí, hoy estoy un poco de bajón, que no pesimista. Esto va a pasar y seguro que salimos adelante. Espero que se quede todo en un miedo infundado más, como aquella noche que me dormí abrazado a mi perro, sin llorar por pura vergüenza, pensando que padecía una enfermedad terminal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario