sábado, 28 de marzo de 2020

Cuarentena en el Mandor (X): El mirlo

Hace justo una semana, en esta especie de diario de un confinamiento que me estoy obligando a escribir, os decía que para mí y mi familia el sábado es un día distinto desde siempre. Por eso, mientras sigamos encerrados, voy a tratar de aportar alguna idea diferente cada siete entradas. Para la reflexión de hoy me vino la luz a través de una sombra y de una mancha negra. "¡Se ha posado en mi balcón un cuervo!", le informé a mi interlocutor telefónico con sorpresa. "¡Pues ve con cuidado!", me respondió. "Alas negras, noticias negras", se cansa de escribir George R. Martin en las miles de páginas de su serie inconclusa 'Canción de Hielo y Fuego', la que inspiró la exitosa serie 'Juego de Tronos'. Pobres pajarracos, a los que hemos estigmatizado tanto como a los gatos del mismo color.
Me di cuenta enseguida de mi error al ver el pico del ave mientras alzaba de nuevo el vuelo de mi barandilla, asustada al percibir una presencia varias veces más grande que ella. "No, es una urraca", rectifiqué un poco a la desesperada.
A un par de metros, en el balcón de al lado, mi vecino pintaba su barandilla. "Cuando escuché lo que venía, compré pintura y he dejado nueva toda la casa. Un poco me ha faltado para el salón, y ahora ya tocará esperar a que todo esto pase", me comentó después de corregirme: "Es un mirlo, las urracas son negras y blancas". Lo decía con una sonrisa que venía a decir: "Tú de ornitología mal, ¿no?". Es cierto que un mirlo negro, por el color, se parece más a un cuervo y por la forma del pico la similitud se acerca a la de la urraca. Pero vamos, que hay que echarle imaginación. Lo bueno que yo saco de esto: que ya sé que lo que vuela en libertad por el Mandor, con la única preocupación de que no les pille algún gato, son mirlos negros.
Y como os decía al principio, que ese pequeño episodio, además de para saludar a mi vecino, un corredor de bien enjaulado como un servidor, me inspiró para escribir este sábado. Horas después me vino a la mente un texto bíblico, otro de los que me han repetido infinidad de veces desde niño. Es muy conocido, así que es posible que aunque no seas creyente te suene: "Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? (Mateo 6:26)".
Ya escribí hace una semana lo que opina de Nietzsche de la religión y si concuerda con la tuya, me considerarás un iluso. Igual hasta has dejado de leer ya. Yo reconozco que pensar en ese pájaro que huyó asustado de mi presencia, ágil y sano, sin coronavirus que lo atenace, me reconfortó. ¿Cuida algún dios de ese ave y de las otras que vuelan por la Tierra? No puedo demostrarlo. ¿Qué además de confiar en lo divino nuestra tarea es quedarnos en casa?. Lo de 'a Dios rogando y con el mazo dando'.
El texto de Mateo, que viene a ser una transcripción de un sermón de Jesucristo, hace un llamamiento a la fe. A no preocuparnos por lo que vestiremos o lo que comeremos. Hace días que equiparo esta crisis del Covid-19 con una guerra. La llamaría, incluso, la III Guerra Mundial. Sin bombas y granadas como las anteriores, esta ha confinado a todo el planeta (a los seres humanos) y ha cambiado la producción de cientos de industrias, que ahora fabrican material sanitario del mismo modo que en el anterior conflicto bélico firmas de automoción armaron tanques. Y los civiles que sufrieron aquellos tiempos aún tenían menos razones para confiar en la ayuda divina que nosotros.
Igual que los mirlos siguieron entonces volando mientras los humanos peleábamos, nuestra especie superó aquello. Y ahora volverá a suceder. Yo confío. Eso sí, a diferencia de los pajarillos, a los que sólo mueve el instinto de supervivencia, nosotros somos seres racionales. Podemos pensar y actuar con una lógica. En estos momentos, lo inteligente es intentar razonar en positivo y, sobre todo...
Quédate en casa.

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