miércoles, 29 de julio de 2009

El extraño lago

El sol había asomado sin atisbo de timidez. El astro rey iba a gobernar con tiranía en ese día de finales de julio. El trabajo ya era agotador y aún quedaba toda la jornada. Vio a lo lejos la inmensidad de aquel extraño lago y, sin pernsárselo dos veces, acudió a refrescarse.
El agua tenía un sabor extraño y no estaba demasiado fresca. Pese a ello, el líquido hizo efecto al empezar a fluir por su aparato digestivo. Notaba cómo volvían las fuerzas y desaparecía el calor... y entonces, todo cambió.
Una ola brutal la pilló por sorpresa. Un instante después estaba en medio de aquel lago. Vio una sombra enorme pasar por debajo de ella a gran velocidad. Empezó a mover sus extremidades, intentando escapar de aquella trampa mortal.
El monstruo emergió del agua. Se sintió observada por sus dos ojos marrones, también enormes. Cada uno de los dos siniestros luceros duplicaba su tamaño. Estaba a merced de aquella bestia. "No puedo defenderme. Que lo haga rápido", pensó.
Contra pronóstico, el monstruo se dio la vuelta y se marchó. Daba igual. La muerte sería más siniestra. Seguro que el macabro ser iba a someterla a aquella tortura para luego devorarla sin riesgo de que ella le agrediese en un último y desesperado intento por huir. Las fuerzas se iban extinguiendo. El agua que antes la había reconfortado empezaba a penetrar por su cuerpo. En pocos minutos estaría encharcada y moriría. Pese a ello seguía agitándose, nadando de forma patética tratando de llegar a una orilla que veía demasiado lejos.
Empezaba a perder el sentido cuando una fuerza sobrenatural la alzó. No sabía si estaba soñando, pero un instante después vio el lago a su lado, a pocos pasos de ella. Empapada pero a salvo. No dormía, era real: algo la había sacado del extraño lago. Empezó a caminar y, de repente, se quedó petrificada.
Su visión era borrosa pero percibió cómo el monstruo la observaba fijamente. Empezó a frotarse la cara hasta que focalizó su mirada. El enorme ser seguía observándola pero en sus dos ojos no percibió ni un ápice de maldad.
Intercambiaron la mirada unos instantes hasta que aquella mole volvió a zambullirse en el lago. Cuando estuvo seca, decidió remplender su camino. El día de trabajo iba a ser largo. Cuando volvió la mirada atrás vio que monstruo salía del lago y caminaba por tierra firme. No volvió a darle las gracias.
Este lance ocurrió a principio del día de ayer, cuando me preparaba para un largo día laboral. He querido novelar mi pequeño acto de heroicidad a salvar la vida a una abeja, un noble y trabajador animal que no podía permitir que muriese ahogado en mi piscina si yo podía hacer algo para evitarlo.

martes, 28 de julio de 2009

Quemado

Hoy escribo con rabia, con hastío, con impotencia... cansado de notar cómo el ayer no vale para nada, de saber que deberé sentirme satisfecho si el periódico de esta mañana atesora dentro de unas horas un bocata de jamón con queso. Sería una grosería decir lo que me tocan esos días que empiezan con optimismo y acaban con un mal rato, aunque se sufra de una forma camuflada y absurda.
Como no tengo ganas de muchas florituras, os voy a contar una pequeña historia de una mujer que sólo encuentra consolación, dígase consuelo, en su propio nombre. Voy a hacerlo escueto porque nada sé de su vida, ni de su pasado, ni de sus recuerdos... más que nada porque son un montón de cenizas.
Su presente es jodido y su futuro no se atisba mucho más halagüeño. Quien presentó su marido y resultó ser su pareja (demagogia barata para referirse a la persona con la que sin pasar por vicaría o por el juzgado de paz) padece un cáncer terminal.
El jueves venían de hacerle una transfusión y la policía les impidió acceder a la casa a la que se habían mudado hace una semana. No hizo falta preguntar el porqué. Su inmueble sobresalía en el paisaje, estaba más iluminado que nunca. Se había convertido en una fogata.
No conozco a Consolación, ni sé si es buena persona. No tengo ni idea de la cifra que califica su cuenta corriente ni cuánto ama a su pareja. Sólo supongo que ahora estará desconsolada. Yo en su lugar estaría a mitad de camino entre abatido y furioso, defecándome en mi meretriz existencia pero deseando con todas mis fuerzas pillar al macho caprino que el jueves se entretuvo encendiendo hogueritas en los barrancos cercanos a Valencia.
Suerte que pasó de largo por el Mandor. Ahora sentiría más rabia, hastío e impotencia. No soy militante de Greenpeace, pero me da rabia que se haya quemado un buen trozo del paraíso de Vall d'Alcalà porque un agricultor no tenía nada mejor que hacer que quemar unos rastrojos en día de poniente.
Cuando veo al presunto, no vaya a demandarme, pirómano de Onda me entran unas ideas por las que el mismísimo Torquemada sentiría escalofríos. Y ya cuando recuerdo que han muerto cinco bomberos en Lleida... entonces ya sí que noto un pálpiro de entrepierna que se convierte en un furor que me quema.
Y eso que los incendios venden periódicos todos los veranos. No. Si es así prefiero que se queden todos en el kiosko. Serán enfermos o resentidos, negligentes o ignorantes, odio con toda mi alma a todos los que calcinan una hectárea de naturaleza o ponen en peligro la casa de mis vecinos.
Reconozco que me gusta ver trabajar a las brigadas, los bomberos, los hidroaviones y los helicópteros, pero me embriaga la tristeza cuando veo una ladera teñida de negro.
Jamás he disfrutado tanto con mi profesión como aquella noche con Juanan, cuando éramos dos chavales, en la que estuvimos toda la madrugada cubriendo el incendio de la Calderona. Ese subidón,como ocurre después de cada incendio, se diluyó de forma instantánea, en cuanto vi cientos de árboles quemados. Entonces y el viernes, el resultado fue el mismo. Toda mi satisfacción por el trabajo realizado en un día agotador desaparecieron cuando vi la casa de Consolación arrasada. Odio a los pirómanos. Quemen lo que quemen, aunque no sea con fuego.

lunes, 20 de julio de 2009

Entre locos y loquillos

Tú me dejaste flipado cuando te sacaste el peine (y no se me ha colado una i a modo de errata) mientras tocaba el resto de la banda. A ti no te vi en todo el concierto pero escuché como saludabas ("buenas noches") hasta hacerte cansino. Esto podría ser la crítica de dos actuaciones musicales pero como que no es mi fuerte.
Sólo puedo decir que a vuestra manera, los dos lográsteis que tararease y disfrutase con vuestras canciones. José María con su aura de sobradito, de personaje tejido minuciosamente con el paso de los años y que se ha convertido en todo un icono del rock español. Dani con su pinta de chulito pijo que despierta los instintos más bajos de las sobrehormonadas adolescentes, sin por ello renunciar a unas letras más que interesantes.
Un tío tirado en un viejo Cadillac, vestido de negro porque no le mola esta injusta sociedad; y otro que defiende a los que vamos a los pubs con zapatillas y se mete con los pijos y pijas que se arreglan cada viernes por la noche "pa ligar", en busca del polvo más musculoso o con las tetas sintéticas más grandes. Pese a vuestras excentricidades, a ambos os aclamamos. Y será porque lo merecéis.
Si, reafirmo que lo merecéis. Lográis congregarnos hasta las tantas pese a que mañana hay que currar. Nos obligais a cantar, a brincar... y nos dais una excusa para salir a dar una vuelta, siempre en buena compañía.
Prometo escribir otro día sobre vosotros, analizar vuestras canciones. Hoy, con sueño y poco más de cinco horas por delante antes de iniciar una nueva semana de curro, simplmente os doy las gracias por vuestros conciertos porque fueron una excusa para disfrutar de dos horas de buena compañía.
El miércoles, ese rockero grandote y que odia "a los que van de modestos cuando se suben a un escenario" me permitió volver a abrazar a un compañero y amigo al que no veía desde hace meses. Me gustó mucho ver a Loquillo actuar, pero más comentar el concierto con Víctor, Ruth y Voro.
Para mi es un motivo de felicidad que mi máximo rival en el plano laboral sea también un gran amigo con el que compartir un concierto o tomar una cerveza juntos... aunque eso pueda inspirar al bueno de Cerezo y sus maldades.
Dani ha prolongado hoy su Canto del Loco hasta bien entrada la madrugada. Iba a dejarlo para mañana, pero antes de dormir me he obligado a escribir porque me niego a que este blog se quede en un proyecto efervescente.
Tengo que reconocer que me he aburrido a ratos... pero en general ha sido muy divertido saltar y cantar con Maggie, tocar un dúo de guitarras invisibles con Juanan y reirme con Bea de Dani cada vez que repetía lo de "¡buenas noches, Valencia!"
Como decía, ambos conciertos han tenido muchas cosas que recordar, canciones en las que pararse y que probablemente inspiren en el futuro una entrada de este blog. Por esta noche, antes de irme a la cama, sólo quería hablaros de las cuatro horas de amistad y amor de las que he podido disfrutar esta semana entre locos y loquillos.

martes, 14 de julio de 2009

Cleaners a medianoche

Cuando empezaron a desfilar los créditos me entró la depresión post vacacional. Nada más encenderse las luces, el hastío de pertenecer a una raza que dice ser civilizada pero dista mucho de ello.
Palomitas encima de un sillón y por el suelo, botes volcados derramando Coca-cola aguada en hielo, restos de hamburguesas... parecía que había pasado por allí una nube de langostas arrasándolo todo. Y sólo nos reunimos poco más de un centenar de individuos de la especie humana para ver una peli.
Film que, por cierto, se titulaba Cleaner... de lo contrario, ¿me habría vuelto hoy tan asquerosamente civilizado? Samuel L. Jackson hace de limpiador, pero no de restos de comida basura consumida en la oscuridad del cine. Un policía retirado se monta una empresa que adecenta viviendas o establecimientos donde ha fallecido una persona, bien sea por un accidente, un homicidio o causas naturales.
Lógicamente, el bueno de Samu no se pasa la peli retirando fiambres. En uno de sus trabajos se come un marrón de mil demonios que le pone en el punto de mira de la Policía y de un amigo (Ed Harris) que le ayuda para que no vaya a la cárcel.
El toque sensual lo pone la viuda compungida, a la que encarna una Eva Mendes que durante toda la película pasea una sospechosa cara de mosquita muerta. La actriz, cuyo mérito sigue siendo su físico vertiginoso, no logra transmitir en ningún momento dolor por lo que está sufriendo.
El instante más dramático lo solventa con un sollozo nada creíble y ninguna lágrima, quizás con la intención de no arruinar los kilos de costoso maquillaje que exhibía. La joven actriz que hace de hija de Samuel da sopas con honda a la explosiva Mendes y ni siquiera sé su nombre. ¿Había dicho que los humanos somos civilizados?
Vamos, que 'Cleaner', Eva Mendes aparte, es una película entretenida, aunque algo previsible, pero que merece ser vista porque aprovecha cada secuencia, cada fotograma para aportar datos que los personajes no desvelan en los diálogos. Gustará a los aficionados al thriller.
Fue un buen colofón a la primera parte de mis vacaciones. Mientras bajaba los escalones del Kinépolis y veía a los 'cleaners' de palomitas empezar su trabajo, me descubrí bostezando en medio de un comentario sobre la peli.
Camino a casa cambiamos de tema, pero mi retina guardaba esa sala de cine llena de basura y empaticé con los pobres chavales que a medianoche de un domingo deben limpiar la mierda de los que parecen desconocer la utilidad de algo tan sencillo y antiguo como la papelera.
Luego razoné que si no existieran guarros, esos chavales engrosarían la lista del paro. Algo así como Samu, que ayuda a los que tienen un problema, pero en este caso los cadáveres son granos de maíz estallados. Simple demagogia. Lo descubrí al instante, cuando reparé en que yo mismo había dejado en mi butaca el envoltorio del bocata de la cena.

lunes, 13 de julio de 2009

La hija del conde de Mundonor

Hoy publico mi primer relato en este blog. Se trata de un cuento para mayores que quieren seguir siendo niños, una especie de cuento de hadas con final feliz. Lo escribí hace algo menos de un año para Maggie, la 'princesa' que un día dio sentido a mi vida y con la que, si Dios quiere, compartiré muchos días de vistas al Mandor. Este texto es suyo, yo se lo regalé, y ahora lo comparto con todos los que entreis en este espacio. Creo que es el mejor punto y seguido a mis vacaciones de verano.


La hija del conde de Mundonor

Ladisa acarició las crines de Luciérnaga. La majestuosa yegua blanca piafó al tiempo que giraba la cabeza, como si con ello quisiese solidarizarse con la hija del conde de Mundonor. La joven era alta y esbelta, con una melena negra y lisa que no desentonaba con sus vivaces ojos verdes. A sus 21 años, era una consorte perfecta para cualquier noble o proyecto de ello en edad de abandonar la soltería. El día era soleado pero, al mismo tiempo, uno de esos que ella tanto odiaba. Su padre había organizado una cacería como acto social para que congeniase con un pretendiente.

Jacobus era el reflejo de Peter. El imponente cordel negro lanzaba sus patas a ritmo cansino, como si quisiese imitar la tristeza de su amo, el príncipe heredero del trono del Este. El joven había acudido a Mundonor por expreso deseo de su padre, amigo de infancia del conde. Ambos hombres querían sellar un pacto que les sobreviviese a ellos. Dueños de grandes extensiones de terreno y señores de miles de vasallos, el bienestar de ambos territorios había dependido de la buena relación entre los dos nobles. Pero el plan le obnubilaba. Ladisa era hermosa, la mujer que todo casadero querría desposar. Pero era famosa en el mundo entero por los desplantes dados a sus pretendientes. Lo comentaban todos los participantes en los torneos, mozos musculosos fruto del deseo de todas las muchachas. Pretender él lo contrario se antojaba un suicidio.

Cuando sonó el cuerno, Ladisa respiró aliviada. Montar junto a aquel principito soberbio y seguro que maleducado la cargaba. Brazos musculosos, mallas ajustadas resaltando hasta las partes más pudentas y una barba de tres días atractiva pero que pretende denotar su cargante masculinidad. La joven espoleó a Luciérnaga, pensando con sorna que aquellos bellos ojos azules mirarían ahora perplejos cómo la dulce damisela se alejaba al trote, como si se tratase de un chicote.

Peter salió de su letargo al oír el cuerno y el relincho. El príncipe vio al conde, a su padre, el rey, y a los sirvientes de ambos, seguidos por una jauría de podencos, adentrarse en el bosque a galope tendido para tender una trampa mortal a algún desdichado ciervo. Cuando miró a su izquierda se percató de que ella no estaba. Esas cacerías siempre buscaban lo mismo: mientras los mayores se divertían, los tortolitos rompían el hielo, sellaban lo más parecido al noviazgo para desentonar lo menos posible en su inevitable paso por el altar. El problema era que la montura de su posible futura esposa se adentraba encabritada en la espesura.

Miró hacia atrás y vio a un joven aturdido y desconcertado. Sus facciones denotaban sorpresa. Otro más. Seguro que se empezaba a percatar que la joven Ladisa no era una damisela que gustase de la costura y le cantase todas las noches antes de iniciar otro tipo de pasatiempos. Este parecía más calladito que los demás. Mejor. Sería pan comido. No estaba dispuesta a ser la mujer florero de ningún noble. Aunque eso significase ser la reina del Este.

Espoleó a Jacobus preocupado por la joven. El soberbio animal alcanzó en dos zancadas a la preciosa yegua de la hija del conde. Jinete y corcel componían una bella estampa, digna de las leyendas élficas que su institutriz le había narrado durante su plácida niñez en la corte. Peter quedó embelesado al observar el rostro de Ladisa, esos ojos verdes entornados, la mueca en su pequeña boca que denotaba concentración y, sobre todo, la soberbia cabellera negra al viento. En una décima de segundo, el príncipe notó el flechazo que causó un hormigueo en el estómago.

A Ladisa le llamó la atención. El tipo era diferente. Se habían adentrado en el bosque y ya no trataba de socorrerla, como si se tratase de una mozuela desvalida. La joven se giró y vio al príncipe Peter con la mirada clavada en ella. Su rostro sorprendido la aturdió, máxime cuando al dejar de soportar la mirada, se fijó en sus riendas, asidas con firmeza por sus brazos muscolosos. Los mismos que seguro que esa noche, de regreso a la corte, estrujarían el cuerpo de cualquier pelandrusca en alguna posada.

Peter salió de su ensueño de golpe, el mismo que escuchó. La elfa que le había dejado prendado desapareció sin más. Cuando vio a su yegua alejarse bosque adentro supo que algo iba mal. Tiró de las riendas y Jacobus lanzó una sonora protesta en forma de relincho antes de detenerse. Cuando obligó a su corcel a girarse 180 grados para retroceder, la vio. Estaba en el suelo y no se movía. El príncipe desmontó y corrió hacia ella.

Apenas lo oía. Maldita rama. Había pasado mil veces por ahí, pero ese odioso príncipe la había desconcentrado. Sabía de memoria que tenía que pegarse a las crines de Luciérnaga, pero por primera vez en su vida no lo había hecho, y ahora iba a ser el hazmerreír de toda la nobleza. Ella, la altiva Ladisa, tumbada por un árbol. Haría que lo talaran. Mejor no, eso daría un dato a los juglares para adornar la leyenda. Que todo acabase cuanto antes.

No podía decirle nada. Pese a estar manchada de tierra, la muchacha conservaba todo su porte. Los rasguños en la mejilla y en los brazos le conferían un aura de aventurera que, para él, la hacían más atractiva. Empezaba a comprender por qué sus rudos compañeros aprendices de nobles habían salido trasquilados de Mundonor. La hija del conde no era una esposa frágil y amante de la corte, eufemismo empleado para definir a las doncellas florero. Esas a las que sólo has de dirigirte por las noches para compartir con ellas el lecho. Las que les gustaban a sus amigotes.

A Ladisa le extrañó que no la cargase como un saco de patatas en el caballo y la llevase a galope al castillo para regresar a la cacería. Temió, pese a que sabía que no se atrevería por muy hijo de rey que fuese, la violación cuando le dejó al descubierto las piernas y los brazos. Se tranquilizó cuando le lavó las heridas con agua fresca y se estremeció cuando le quitó la suciedad del pelo y se lo alisó. Sonrió un hormigueo en el estómago cuando le sonrió clavando los ojos en los suyos y le pidió que bebiese. Se sintió segura cuando esos brazos invirtieron la misma fuerza que había asido las riendas del corcel negro en sujetarla a ella, pero lo hicieron con dulzura.

Aún no le había dirigido la palabra pero Peter seguía flotando en su mundo. La muchacha mantenía su porte señorial hasta convaleciente. El simple gesto de beber a él le inspiraba pasión. Las dos lágrimas que brotaron de esos ojos a juego con el bosque atrajeron como un imán a las suyas, que por mucho que quiso evitarlo pasearon de inmediato por sus mejillas.

El conde de Mundonor había detenido la cacería, ante la protesta general, sólo una hora después de iniciarla. La comitiva, con el noble y su amigo el rey a la cabeza, habían regresado al galope al castillo. Los apuntes de “esos tortolitos se estarán conociendo” no le satisficieron. Conocía a su hija. Sabía que un pretendiente como el príncipe Peter aguantaban media hora a lo sumo hasta incorporarse a la cacería. Había pasado algo y la intuición de padre no le defraudó... en principio, lamentablemente.

Esa misma intuición le hizo sonreír como un bobo desde la ventana durante los siguientes dos meses. El desasosiego de ver a Ladisa postrada en la cama llena de vendas y ungüentos se disipó cuando ella misma le contó lo que había pasado. Al conde le dio un vuelco el corazón y sintió una repentina alegría paterna la primera vez que su hija pronunció la palabra Peter para referirse a su príncipe salvador. Verlos a los dos jugar en el patio con espadas de madera y partir a pasear al bosque a lomos de Luciérnaga y Jacobus colmó su felicidad. Pidió papel y tinta. El rey debía empezar a prepararlo todo.

El monarca se sorprendió. Su hijo Peter era conocido entre toda la nobleza por ser demasiado blando, algo que a él no le desagradaba. Sin embargo, cuando acudió a Mundonor para que su vástago cortejase a la bella Ladisa, temió que la reputación del joven quedase tan dañada que en el futuro, la corona del Este le resultase demasiado pesada. Sus bigotes no pudieron envolver la sonrisa de oreja a oreja cuando vio la estampa que le hizo recordar el día que él también pasó por el altar.

Peter temblaba cuando cogió el aro macizo, pero asió con firmeza y dulzura el dedo anular derecho de Ladisa. La radiante hija del conde ni siquiera hizo un esfuerzo para reprimir las lágrimas. El sí quiero denotó amistad, decisión y muchísimo amor. El rey sintió como le habían quitado una losa de encima. Había matado dos pájaros de un tiro. La estabilidad de Mundonor y el Reino del Este estaban garantizadas, y la felicidad del príncipe y la primogénita de su mejor amigo, también.


sábado, 11 de julio de 2009

Gracias por elegirme

No esperaba escribir esta entrada. Cuando ayer hablaba de Nick, creía que sería mi última, a lo sumo penúltima, reflexión de estas vacaciones. Sin embargo, el viernes por la noche guardaba una sorpresa. Fue una de las muchas frikadas (quien dice eso, también puede decir buena idea) de un amigo que antaño me odió por ser un móvil adicto. Probablemente tenga razón.
Gané la primera... ¿y la última? votación de mi vida. Teníais que hablar de mí. Dicen que la gente destaca los rasgos buenos de una persona cuando ésta acaba de morir. Por el momento, y gracias a Dios, yo estoy vivito y coleando. Pese a todo, 14 personas os empecinásteis en inyectarme una sobredosis de autoestima.
Voy a hacer un resumen de un torrente de palabras preciosas que me emocionaron e hicieron brotar las lágrimas de mis 'medio ojos'. Cuando pedí un papel para apuntarme las ideas, me dijísteis que eso no formaba parte de las reglas del juego, así que fijo me voy a olvidar de muchas cosas. Sabiendo que me vais a perdonar, vamos para allá.
Vosotras dos, las que más cerca estáis de mí, dijísteis más de lo que podíais. Tu "te quiero y eres todo para mi" entrecortados fueron como un abrazo de 12 horas. El "eres mi mejor amigo además de mi hermano aunque a veces tengamos problemas" llenaron mi garganta de emoción y la dejaron a punto de estallar. Pero todos sin excepción tuvísteis unas palabras bonitas para mi.
Los que menos me conocéis, que por desgracia sois un alto porcentaje, resaltásteis mi simpatía y mi sonrisa. Os lo agradezco. Me siento feliz de que me consideréis así. Alguien dijo que estoy siempre alegre. Bueno, eso no es así... cuando me embarga la tristeza soy de lo más pesado... pero esa es la idea: disfrutar de la vida con la mejor cara el mayor tiempo posible.
Otros, quienes me conocéis desde siempre, recordásteis los viejos tiempos. "Hemos crecido juntos", decía alguien. "Me debes una peli extraña", reclamó una muy buena amiga que por enésima vez se mostró celosa de su marido por lo bien que hemos congeniado este par de frikis.
Todos vosotros, de una forma u otra, comentásteis que se puede hablar y confiar en mi. Otra descarga de adrenalina. "Las pocas veces que nos hemos quedado a solas, me has demostrado que contigo se puede charlar de cualquier cosa". Espero no fallaros, cuando me ha pasa con alguien me he sentido fatal.
Hubo una persona, que me abrazó al final de la noche, que me dijo que era transparente... ¿Estoy de acuerdo? Al menos lo intento, trato de decir la verdad pese a que sea incómoda, aunque eso a veces suponga tener un problema o un mal rollo con gente a la que quiero. No sé si es una virtud o un defecto, pero lo paso fatal con las mentiras, incluso las piadosas.
Es muy temprano y uno no está demasiado inspirado para escribir a estas horas. Sin embargo, no quería dejar pasar más tiempo sin agradecer cada palabra amable que el viernes 10 de julio me dedicaron Stefano, Heloisa, Lea, Elísabeth, Lucía, Silvia, Maya, Darina, Maggie, Jimmy, Tober, Santi, Deybi y Marc. A todos vosotros, aquí tenéis un amigo y, sobre todo, gracias por elegirme.

viernes, 10 de julio de 2009

Esos dos ojos sinceros

Obnubilado en mis pensamientos sobre mis ojos averiados no reparé en los tuyos. Esos dos luceros que jamás leerán estas líneas pero que están cargados de los que más valoro de un amigo: la sinceridad. Aquellas pupilas, ahora reparo en ello, brillaban mientras me imploraban en tu nombre: "Llévame contigo".
No lo hice y, sin embargo, tú me lo perdonaste al instante. Como lo haría el mejor de los amigos. Me lo dijiste con esos dos mismos ojos sinceros. Por eso te quiero tanto. Porque siempre me dices la verdad. Porque si te enfadas me lo demuestras sin tapujos, porque si me oyes llegar a casa por las noches no te haces el dormido y vienes a decirme buenas noches.
Sé que me lo vas a perdonar y por eso te voy a robar parte del protagonismo en estas líneas. Esta pequeña reflexión, casi en el ocaso de mis vacaciones no va a ir sólo dedicada a ti. Quiero acordarme de otros ojos sinceros que ya no están. Tracy, Dugan, incluso Randy. Ellos me observaron antes que tu y en ese cruce de miradas también vi sinceridad.
La misma que percibo en tus dos ojos marrones, Nick. Ellos, como tú, también sabían decir "lo siento" tras una fechoría (que como tú y como cualquier niño pequeño tarde o temprano repetían). Mostraban felicidad cuando me veían, tristeza si me marchaba...
Todavía recuerdo la mirada perdida con la que Tracy me decía que no se encontraba bien. Yo estaba leyendo 'El Silmarillion', para mi el mejor libro de Tolkien. Estábamos en el veterinario en L'Eliana porque estaba muy enferma. Regresamos despacito a cada porque para ella caminar ya era un calvario. Falleció dos o tres días después. Aún se me llenan los ojos de lágrimas cuando rememoro su mirada de aquella mañana, si despedida gélida y diferente del que sabe que ese va a ser el último adiós.
Por eso me llevo tan bien con vosotros los perros, Nick. Por eso de vez en cuando olfateas en mis manos que he rascado a otro (y tú me lo vuelves a perdonar). Porque sois sinceros y decís lo que pensais sin tapujos a pesar de no poder articular otra palabra que vuestro característico "guau".
Para escribir estas letras he tenido que cortar de cuajo la (pen)última conversación de sobremesa a la fresca de estas vacaciones con mi madre y con Maggie. Una lástima, pero creo que os lo debía. A ti, a tus dos ojos sinceros, a los de otros que ya no están y a los que, espero, compartirán conmigo las vistas al Mandor en las tardes de verano.

jueves, 9 de julio de 2009

La edad del ciego

El mismo sitio y la misma actividad. No recuerdo quién era mi compañía de papel de aquela tarde de verano. Pero de eso sí. Mi memoria guarda una imagen nítida del momento en que mi visión se nubló. Las letras se tornaron grises, las palabras quedaron distorsionadas. Me descubrí con la mano derecha abierta tapando el ojo izquierdo.
Aquel fue un primer ensayo cutre de un ejercicio al que he sido sometido decenas de veces. Primero lo hizo un médico caduco que fue bueno en su tiempo pero que me diagnosticó un simple astigmatismo. Después me sirvió para evitar la tortura militar (había que aprovecharlo de algún modo) y luego me puse en manos del discípulo del indio.
Durante años, dos trozos de plástico me vendieron luz a cambio de latigazos continuos en las retinas. Hasta que llegué a la ciudad en la que un día soñé vivir y que hoy me contento con visitar de tarde en tarde. Aquel gruñón cascarrabias resultó ser un cirujano cojonudo.
Sigo sin ser un lince, pero gracias a sus manos con olor a nicotina, hoy puedo sentarme en la misma terraza y leer un libro, exactamente igual que aquel día cuando descubrí que no veía bien.
Después de permanecer durante una mañana a la merced de aquel hombre al que antes había desafiado pese a mi vista borrosa, pasé un verano horrible. La penitencia me ha permitido conducir, leer, escribir, sacarme una carrera, trabajar, descubrir a la mujer a la que amo (o lo hizo ella, quién sabe) y elegir una casa con vistas al Mandor.
Puedo observar un paisaje mientras paseo y ver películas como La Edad de Hielo 3: una peli de dibujos, para niños y para sus acompañantes. El guión comparte los gags facilones para hacer reír a los pequeños con alguna broma picantona que fuerza la sonrisa de los grandullones. La ardilla y el perezoso hacen lo mismo que en las otras dos entregas, por lo que el invento de la extraña manada de la prehistoria empieza a ser cansino.
Pese a ello, para todos los que tengais niños de 5 años o novia a los que llevar al cine, sin dudarlo es preferible a tragarse el último bodrio romanticón protagonizado por Sandra Bullock o la comedia chorras del momento en la que Ben Stiller corretea con cara de loco por un museo.
Unos años después estoy deshojando una margarita mientras la más bella de esas flores me atenaza. Debo ponerme de nuevo en manos de aquel gruñón cascarrabias pero no quiero. Temo a un nuevo verano u otoño de auténtica pesadilla, a no poder golpear una esfera durante un año... pero sé que en la ciudad del triplete puede acabar la edad del ciego. Continuará... (?)

lunes, 6 de julio de 2009

La descubretalentos

Serpenteando por el asfalto que debía llevarnos al abrigo de otras curvas más deseables y placenteras para un día caluroso (y no estoy hablando de los senos de ninguna mujer), descubrimos tu gran virtud. O mejor dicho, tú misma fuiste la que te bautizaste como la descubretalentos. Tú, tan joven y voluble, una bomba de relojería que no sabes ni cómo ni cuándo va a explotar. Tú, que te empecinas en vestir ese blanco crispador, y que sin embargo estallaste en alegría con el milagro de Stanford Bridge y te emocionaste en la coronación de la gacela africana como emperador de Roma.
Entre cultivos y añoros fluviales, tras comentar lo mucho que nos hizo reír el (excesivamente) irreverente Xavi Castillo, te empecinaste en tirar una vez más tu autoestima por los suelos y en reconstruirla en poco menos de 30 segundos. Dijiste que no tienes ningún talento, algo así como que eres un 0 a la izquierda. Puntualización inmediata. "Sé ver los de la gente".
Le he estado dando vueltas a la cabeza. No sabía si escribir esta entrada. Primero, porque sólo tres personas se van a enterar de la película. Segundo, porque este texto parece una noticia deportiva de julio: se fundamente en especulaciones y en rumores.
¿Cuál es tu talento? ¿Cuál es el mío? ¿Qué es un talento? ¿Quién define cuándo una afición o una actividad pasa a ser un talento? No te voy a decir cuál es el tuyo, principalmente porque no lo sé... básicamente no me he parado a pensarlo.
Me quedo con que eres la descubretalentos. Porque si nadie hubiese leído El Quijote, hoy no sería el icono de la literatura hispana. Porque si nadie hubiese visto ni premiado El Padrino, la obra maestra de Coppola estaría hoy en las montoneras de 'Todo a 5,95' del Pryca (me suena menos a gabacho que lo de Carrefour). Porque si nadie hubiese respondido al Ye we can, Obama no habría sido el primer presidente negro en USA.
Porque hace falta gente como tú, que se erija en descubretalentos sin la ansia en ocasiones enfermiza que muchos tienen (o tenemos) por encontrar el suyo propio. Porque existe una virtud, que es la de reconocer lo que los demás hacen de maravilla.
Por todo y mucho más yo hoy desde aquí aplaudo hasta enrojecer mis manos a la descubretalentos tricolor... y te invito a descubrir el tuyo, tu talento, que a buen seguro, estará el muy canalla durmiendo confortablemente en tu interior.

sábado, 4 de julio de 2009

La crítica reseteada de Transformers

Fue una sorpresa. ¿Buena? ¿Mala? ¿Neutra? Enzarzado en la lucha de quién se había comido un puñetero plato de sopa, simple pasatiempo para hacer más llevadera la espera, te vi. No me lo esperaba. Si digo la verdad, ni había reparado en cómo reaccionaría en ese instante.
Mirada de sorpresa. Cosquilleo. Recuerdos que se procesan demasiado rápido para poder leerlos.
-¿Qué tal, chaval?
-Bien, aquí esperando a un amigo.
-Nosotros vamos al cine, a ver Transformers
-¡Ah! Nosotros acabamos de verla...
-¿Sí? ¿Y qué tal?
Otra vez el procesador se atasca. La situación no es cómoda. Microcorte de esos que te resetean justo cuando estabas descifrando esa información que minutos después llegas a imprimir mentalmente.
¿Por qué no le habré dicho que es la típica peli de Michael Bay? Quizás debería haber subrayado que ese yanki loco, como hizo en Armagedon, La Roca, Pearl Harbor o la primera de Transformers, ha vuelto a hacernos flipar en el cine. Poesía convertida en película de acción... kilómetros de cinta, millones de fotogramas invertidos en persecuciones y luchas trepidantes.
También sería justo referirse a una banda sonora más que aceptable... Horas después, sin embargo, no puedo perdonarme el no decirte que John Turturro vuelve a bordarlo poniéndole el tono de humor a la historia. Vamos, que desde El Gran Lebowsky hasta la fecha, ese tío se ha salido en cada papel que le han dado.
Si me apuras, en un alarde de masculinidad exacerbada, y bajo el riesgo de recibir un cachete o una mirada de las que matan, podría haberte dicho que Megan Fox vuelve a levantar pasiones. Vamos, que para más de un quinceañero la escenita de la moto con el trasero en pompa mientras la morenaza de ojos azules charra por teléfono con el protagonista supondrá 'momentos de inspiración' para muchos adolescentes.
Pero ni siquiera te hice ese comentario machista.
-Ya verás, tiene 40 minutos...
-¿Qué pasa, que tiene 40 minutos al principio que son una mierda?
-No, que al final tiene 40 minutos de acción ininterumpida. Os va a molar, ya veréis.
-Vale, pues ya nos vemos.
-Cuídate
-Tu también.
Y te fuiste a ver la peli. No fue como en los viejos tiempos porque no habamos del triplete, ni de si Villa se irá al Barça (lo que me hubiera costado un improperio)... Al menos fue civilizado.
Desconozco si te moló Transformers y si estarías de acuerdo con esa crítica que se perdió en el reseteo de mi cabeza. Da igual, dudo que me la hubiese publicado Fotogramas. Por esta vez, me doy por satisfecho de haberte estrechado la mano.

viernes, 3 de julio de 2009

Historia de una coincidencia

Dicen que la vida está llena de coincidencias, que el mundo es un pañuelo, que si en seis pasos puedo llegar hasta Obama. Fijo que un amigo tuyo tiene un conocido en USA; esa persona tiene un familiar que es íntimo del alcalde de su ciudad, que a su vez cena habitualmente con el gobernador del estado y, por fin, él habla una vez al mes con el presidente que el mundo ha vestido de mesías. ¿Magia? Potagia.
Pero sí, la vida da mil vueltas y no se cuántas monsergas más. Como hoy tengo cosas interesantes que hacer, como ir a ver Transformers (perdón a los amantes del cine austrohúngaro subtitulado), tampoco voy a invertir mucho tiempo escribiendo... además, otros días se me ocurrirán cosas más interesantes que comentar.
Como carta de presentación, diré que hoy, al pie del Mandor y caña bien fresquita en mano, un buen amigo me ha hecho partícipe de una bonita coincidencia. Ambos compartiremos día en uno de los momentos más decisivos y felices de la vida de una persona.
Eso sí que mola, como decimos la generación de entresiglos. Pues sí, parecerá una bobada, pero para inaugurar este blog, me ha gustado compartir esto con quien lo lea. Ojalá mis intereses y lo que escriba en este espacio sea del interés de mucha gente. Será otra preciosa coincidencia.