lunes, 6 de abril de 2020

Cuarentena en el Mandor (XIX): Yo quiero ser como Martín Labarta

No tuve el gusto de conocerlo. Mientras veía un capítulo de la tercera temporada de Özark a modo de epílogo de domingo libre, sonó el móvil. La verdad es que ya era lunes. El Valencia Basket informaba de la muerte de Martín Labarta, algo así como el Españeta taronja. El delegado de toda la vida, un hombre que durante 26 años ha sido el guardián de los pequeños detalles de un equipo de élite, había fallecido tras su dura batalla contra el cáncer. Otra vez el puto cáncer, ese villano que parece haber sido enmudecido por otro malo más malo aún como es el coronavirus, pero que de vez en cuando, incluso en estos tiempos duros, se sigue cobrando sus tributos. Ya caerás, ya.
El caso es que Martín Labarta, un valiente y una buena persona, se fue al descanso en esa frontera entre el 5 y el 6 de abril del año del Covid-19. Lo de buena persona lo digo porque lo afirma gente de la que me fío. Fernando Miñana y Jorge Aguadé, a quienes identifiqué como las voces autorizadas del baloncesto en la redacción en la que desembarqué con ilusión y sin ninguna experiencia hace ya muchos años. O Juan Carlos Villena, el actual santo y seña del deporte de la canasta en el periódico: minutos después del mensaje del Valencia Basket nos informó, aún convaleciente y entre lágrimas, del fallecimiento de este icono de la Fonteta.
Dicen que Labarta vendió televisores y que cayó en el puesto de delegado del Valencia Basket por una cadena de acontecimientos, relaciones y casualidades. Da igual. Podría haber acabado en otro club, o vinculado la deporte del motor, o en una unión musical. El que es buen tipo, es buen tipo. Y hay que serlo para que cada jugador de élite con pasado taronja que se ha pasado por la ciudad en los últimos meses haya dedicado un rato a visitarle para darle ánimos en su lucha contra la enfermedad.
Yo, cuando parta, me gustaría que la gente me recuerde con las palabras que ayer le dedicó Pedro Martínez, un entrenador al que tampoco conozco de nada pero que también respeto muchísimo por su franqueza: "Una persona maravillosa y querida por todos. Daba igual si eras del Valencia Basket o de un rival. Sin olvidar el respeto a los árbitros. Hizo grande el club".
Hoy me ha hecho pensar. Me habría gustado conocerle, señor Labarta.
La virtud de ser bueno y de sumar en el lugar donde te coloque la vida. En estos días lo podemos hacer de una forma sencilla:
Quédate en casa.

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