miércoles, 29 de abril de 2020

Cuarentena en el Mandor (XL): Al otro lado del barranco

He querido esperar al capítulo 40 para hablar de ellos. De los del otro lado. No de esa ventana siniestra, donde seguro que reside buena gente pero que inspiró un relato de terror de esos que tengo pendientes de escribir. A decir verdad, el Mandor no me inspira miedo, sino paz. Pero los de la otra parte de la ribera no quieren sosiego.
No ese puñado de gente que celebran la vida. Cada tarde desde mediados de marzo, aplauden y sacan un equipo de música por una de las ventanas. Resuenan grandes éxitos de pop y rock, no sin antes poner a todo volumen el preceptivo himno 'Resistiré' en su versión originaria, claro está. Dicen muchos odiadores que están hartos del tema, pero a mí no me molesta. Quizás influya también que residimos en espacios amplios, donde la música no atrona.
La alegría, es más, no puede resultar nunca un incordio. Y sobre todo los fines de semana, al caer la tarde de los viernes y los sábados, esos vecinos a los que no tengo el gusto de conocer organizan una buena algarabía hasta bien entrada la noche. En los últimos días han elevado el nivel y han incluido al equipo de sonido un micrófono, donde uno de ellos lanza proclamas para jolgorio del resto.
Hoy he escuchado, para mi sorpresa, la marcha nupcial. Un par de minutos después, un coro ha exclamado: '¡Que vivan los novios!'. "¡Qué valientes, en tiempos de coronavirus!", he pensado. Y en una casa particular. Quizás haya sido una improvisada ceremonia de algo planificado antes de la pandemia y que los contrayentes no han querido aplazar, a expensas de que un juez de paz, un concejal o un párroco lo oficialice dentro de unos meses.
Independientemente de cómo haya sido el enlace, o si se trata de una fiesta de disfraces de la gente al otro lado del barranco, que vaya usted a saber, una boda es siempre (o casi siempre) motivo de alegría. Y como he dicho antes, en unos tiempos en que la tristeza amenaza con invadirnos demasiado a menudo, a veces me gustaría estar mucho más cerca de esos vecinos de enfrente que cada tarde montan fiestas improvisadas.
Por cierto, hoy una de las dos vecinas que ayer faltaron a la cita de los aplausos ha vuelto ha salir. Otro pequeño motivo de alegría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario