viernes, 24 de abril de 2020

Cuarentena en el Mandor (XXXVI): De los creadores del casco en el codo...

Hace ya muchos años, en los orígenes de la obligatoriedad de llevar casco para ir en moto -que no lo ha sido desde la invención del vehículo, ni mucho menos-, se puso muy de moda proteger el codo antes que la cabeza. No pocos jóvenes y no tan jóvenes circulaban por las calles, algunos esquivando coches para darle más emoción al asunto, con el elemento de protección colgado en el brazo porque en la cabeza daba calor. Lo tenían preparado por si veían a la policía para ajustárselo a toda prisa y evitar así la preceptiva multa.
En España somos así. Pícaros. Hecha la ley, hecha la trampa, que dice el refrán. Pasado el tiempo, el vecino de L'Eliana del que voy a hablar quizás paseó en sus años mozos con su Vespino y el casco en el brazo. No me sorprendería porque la superproducción 'La mascarilla en el cuello' sólo puede ser obra del mismo director de 'El casco en el codo'. Y la razón, vuelve a ser tan absurda como aquella.
Si entonces lo achacaban al calor, este hombre llevaba la mascarilla en el cuello porque de lo contrario no podía hacer algo tan básico como fumarse un cigarrito mientras paseaba por la calle. Estaba yo esperando para entrar en un establecimiento y hemos cruzado miradas. Por un segundo y medio, eso ha parecido el preludio del duelo en un western. Él me ha escrutado, muy serio y dando una deseafiante calada. "No tendrás los santos cojones de decirme nada. ¡A ver si hay huevos!", creo que debe haberme retado en silencio. Yo, que agradezco no decir siempre lo que pienso -aunque sí lo hago en demasiadas ocasiones- he preferido callarme. No negaré que me ha venido a la mente aquello de la selección natural.

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