domingo, 19 de abril de 2020

Cuarentena en el Mandor (XXXII): He caído en la trampa

¡Tap, tap, tap, tap!
El reloj se encamina hacia las 14 del domingo. Después de desayunar, hacer tiempo charlando con unos y con otros, pasear a los perros... por fin constato que Maggie se ha despertado. Ya puedo hacer algo de ruido entrenando sin molestarla, pues hay que respetar a la heroína de la casa, que coge fuerzas para seguir ayudando a salvar vidas en el infierno.
¡Tap, tap, tap, tap!
Van a ser diez minutos para calentar. Carrera en el sitio. Skipping para luego hacer la tabla de gimnasia compensatoria que tras más de un mes de confinamiento ya odio con todas is fuerzas (perdona, Azu). "Me voy a poner a subir y bajar escaleras", le digo. "¡Que yo voy a bajar al salón, no vives tú solo!". Es casi el buenos días que cruzamos cuando empiezo a trotar desplazándome por la planta más alta del piso, pues hacerlo sin desplazamiento me resulta tedioso.
¡Tap, tap, tap, tap!
Llevo ocho minutos y a la enésima vez que paso por el dormitorio donde Maggie ha echado la mañana leyendo y viendo series, le digo: "¡Joder, qué aburrido es esto! No entiendo cómo la gente se puede hacer 20 kilómetros corriendo en casa.
¡Tap, tap, tap, tap!
Decido ampliar el itinerario bajando las escaleras, corriendo por el salón hasta la puerta de entrada y de ahí, al balcón para enfilar de nuevo hacia el piso de arriba. Cuando voy hacia el cuarto de hora, desciende Maggie y a la segunda vez que tenemos que esquivarnos, exclama: "¡Oye, que esto no es un circuito!".
¡Tap, tap, tap, tap!
Subo y en la planta de arriba suena Loquillo: "¡Yo para ser feliz quiero un camión...!". Sonrío. Parece como si mi teléfono y mi cuenta de Spotify hubieran cobrado vida. Bajo, y Zeus y Bimba me miran raro. Los perros no entienden cómo puedo llevar ya más de 20 minutos corriendo por la casa. Maggie, tampoco. "¿Pero no decías que te aburría?", me pregunta mientras prepara su primer tiramisú. "No, tenía muchas ganas". Ya he mandado la tabla a hacer gárgaras y he decidido que el entrenamiento de hoy consistirá en correr. Soy consciente de que he caído en la trampa.
¡Tap, tap, tap, tap!
A los treinta y tantos minutos, vuelve a sonar Loquillo. Estoy determinado a llegar a los 40. No tengo ni idea de cuánta distancia he corrido ni el ritmo. Me la trae al pairo. En cierto modo, he experimentado la filosofía de los pioneros: trotar por sensaciones, para disfrutar, para pensar... y así se me ha ocurrido esta entrada.
Y espero que el '¡Tap, tap, tap, tap!' no haya molestado demasiado a los vecinos. El martes, que Maggie trabaja, correré un rato. ¡Uf, cuánto lo necesitaba!

No hay comentarios:

Publicar un comentario