martes, 7 de abril de 2020

Cuarentena en el Mandor (XX): El vecino

Hace unos meses, después del verano, cambiamos de vecino de al lado. Antes vivía Esther, con cuyo exnovio hice una buena amistad. José Avelino fumaba y cuando coincidíamos en el balcón sin excesiva prisa entablábamos tertulias de esas que arreglan el mundo. Llegó un momento en que compartimos alguna cerveza, incluso después de que se les acabase el amor y él viniese periódicamente a ver a la hija de ambos.
Al final Esther, que no era de aquí, decidió mudarse para residir más cerca de sus allegados. El piso se vendió y ahora, desde hace algún tiempo, tenemos nuevo compañero de lindes. Un hombre muy serio, que a duras penas saludaba y del que no sabíamos nada. Timidez, otras preocupaciones... tampoco tiene nadie la obligación de ser simpático ni de contar su vida.
Nuestras existencias han transitado hasta ahora sin nada más en común que una pared. Hasta el otro día. Una tarde soleada nos saludamos y, en momentos en que todos estamos encerrados y con más tiempo de lo habitual, charlamos unos minutos. Un par de noches después, el hombre golpeó ese tabique, haciendo saber que me pasaba con el ruido practicando deporte a una hora que empezaba a ser intempestiva. Y al siguiente, pasado el momento del aplauso, nos volvimos a ver en el balcón.
Le pedí disculpas por lo de la otra noche mientras cerraba el libro. "Yo también me he leído Sidi", respondió restando importancia a lo del ruido. Comenzamos con el Cid y acabamos hablando de los políticos, pasando por el coronavirus y algo de deporte. Disfrutamos de un buen rato de charla entre dos desconocidos que en ese momento tenían un excedente de tedio. Quién sabe si volveré a compartir una birra con el vecino de al lado. Lo que sí tengo claro es que esta crisis, negativa, de la que hemos de salir entre todo, nos da ocasiones para escuchar a los demás.
Eso sí, quédate en casa.

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