domingo, 12 de abril de 2020

Cuarentena en el Mandor (XXV): Las sorpresas de los huevos Kinder

Me dice mi amiga Lourdes que la mona de Pascua no se come hasta el Domingo de Resurrección, es decir, hoy. Y yo, a punto de cumplir 41, ni idea de esas tradiciones. ¡Ya me he zampado dos esta semana! Como atenuante he de decir que eran caseras, de las que hace mi madre, con harinas ecológicas, cero conservantes, riquísimas, pero que si las dejas reposar varios días mutan en pedrusco. Y no era plan de desperdiciar semejante manjar.
Los huevos de chocolate empleados dan para otra entrada de blog. Subproductos de la factoría Kinder, que ya no son huevos en sí pero bueno... al final ofrecen tu ración de azúcar con demasiado chocolate y la sorpresa... ¡ay, la sorpresa! Uno de mis placeres desde que tengo sobrinos, suficientemente mayores para ilusionarse ante la perspectiva de una golosina con juguete y demasiado pequeños para montar la baratija, es armarla yo.
Esta vez no tenía sobrinos en casa a los que poner a punto el juguete (que algunos se las traen) ni para regalarles los míos. Aún así, me puse manos a la obra para dejarlos armados, preparados para cuando vengan Isabella o Samuel. El resultado fue esto:




Admito mi decepción. No sé cómo definir a esos muñecos feos de dos caras que en teoría están diseñados para lanzarlos por una rampa y que su gesto cambie de la indiferencia a la alegría. Los huevos Kinder son ilusiones de consumo rápido, claro está. Dudo que cualquier niño espere hallar el juguete de su vida en un huevo de chocolate. No perpetrar engendros como este tampoco estaría de más, añadí yo a mi pensamiento.
Luego me vino el momento reflexivo. El de llevar ya un mes encerrado y ponerse trascendental. Los dos pseudohuevos Kinder que me tomé con la excusa de ir en las monas que cocinó mi madre dan trabajo a la gente que diseña los juguetes, a los que los confeccionan, a los que producen plástico a modo de materia prima, a los de la empresa que prepara el chocolate, a los transportistas, a los comercios que los venden...
Sí. Pensemos. El fútbol genera ricos (muchas veces) insoportables, pero también da trabajo a toda una cadena que hace llegar al consumidor la ropa deportiva, los balones, a quienes mantienen abiertos los estadios, a los que cuidan el césped, a los que fabrican porterías, a las personas de comunicación que os llevan un partido o un reportaje a casa... De un bar no sólo vive el dueño, también todos los que intervienen en la fabricación de la cerveza, agricultores, ganaderos, pescadores, de nuevo aparecen los transportistas...
Podría seguir enumerando cosas que hasta hace un mes eran cotidianas y que han desaparecido de nuestro día a día por el coronavirus, con el considerable perjuicio para miles de familias. ¡Para lo que dan dos baratijas feas de un huevo Kinder! Pero vamos, que esto hay que pararlo y, como digo cada día, no busques excusas.
Quédate en casa

No hay comentarios:

Publicar un comentario